No tuvo un debut nada fácil: llovió copiosamente durante prácticamente toda la escenificación; pero eso no hizo que Alberto Cordón Itarte perdiera ni un solo momento la concentración durante el Viacrucis Viviente de Andosilla en el que, por primera vez, se metió en la piel de Cristo. Además, a su lado, su hermana, Aitana Cordón Itarte, que por segundo año consecutivo representó a María.

Aunque ya sabía lo que era participar en este solemne acto (fue niño hace años y dos veces ladrón), nunca se le había pasado por la mente ostentar un papel de semejante envergadura y protagonismo. “Alguna vez me decían, hazte a la idea, pero no se me pasaba por la mente. Y ya el año pasado me lo dijeron seriamente. Sobre todo, mi hermana, Aitana. Me insistió en que lo hiciera porque decía que le haría mucha ilusión estar los dos juntos”.

Tapado con sábanas y mantas tras la representación para tratar de paliar el frío, Alberto hacía una primera valoración todavía con algún temblor: “Vamos a decir que las sensaciones son buenas a pesar del tiempo. El agua, llevable, pero es verdad que la cruz pesa mucho (100 kilos) y, por eso mismo, los últimos días en los ensayos ya no la cogía”.

Además, el hecho de estar con su hermana “ha sido muy bonito; estábamos mucho más metidos que en los ensayos porque ahí a veces nos mirábamos y nos reíamos”. 

Para terminar, destacaba que “este es un acto muy importante para el pueblo; lo represento con mucho orgullo y es una cosa muy nuestra. La gente te apoya, te anima, te da la enhorabuena y eso te da mucha fuerza para seguir. Eso sí, el año que viene voy a mirar el tiempo y, si dan lluvia, lo siento, pero…”, reía dejando entrever que ahí estará de nuevo.

Emoción a flor de piel

La que probablemente también repita sea Aitana que, cubierta por toallas, aseguraba que “esta vez nos ha tocado mojarnos, pero lo hemos vivido mucho; ha sido, si cabe, mucho más especial. Tenía los nervios y las emociones a flor de piel”.

Los hermanos Alberto y Aitana, Jesús y María, después de la crucifixión María San Gil

Con muchos ensayos a sus espaldas, a los 21 años, destacaba esta andosillana que “el Viacrucis se ha convertido en uno de los días más importantes de Andosilla, y la ilusión de todos y el respeto se palpan. Todo el trabajo que conlleva tiene su recompensa”.

Símbolo de Andosilla

Organizado por la asociación Marcha Joven, uno de los máximos artífices de que esto salga bien es Carlos Fuertes que, además, hace las veces de Pilatos. Al finalizar la representación y tocándose la túnica empapada alegaba: “Ya tenía que tocar”. Y es que en 32 ediciones nunca había llovido salvo de manera poco significativa. 

Aunque hubo quien pensó que podía suspenderse, “la filosofía es parar en el momento en el que no haya seguridad o que falle, por ejemplo, el sonido, pero hemos visto que se podía seguir. Solo se barajó la posibilidad de no hacer los alzamientos de las cruces. Hay que pensar en positivo y que, aunque hayamos acabado calados, nadie ha puesto ninguna pega”.

Fuertes, que apuntaba que “Alberto lo ha hecho genial; es un todo terreno”, insistía en que este día “es importante porque es algo que identifica Andosilla y formar parte del Viacrucis es defender Andosilla; algo único, muy de aquí”.

Ahora, concluía, se sentarán a valorar qué se puede mejorar o cambiar de cara al año que viene. 

La jornada contó, además, con un mercado hebreo que llenó las calles aledañas al Viacrucis y que, esta vez, habilitó sillas para personas con movilidad reducida.