Detengámonos un momento a analizar cómo ha sido el "incidente Four Seasons" de la campaña de Trump

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El 16 de junio de 2015 Donald Trump cambió el curso de la historia. En un acto de calculada imagen política, descendió por las fastuosas y doradas escaleras mecánicas de uno de sus rascacielos, la Torre Trump de Manhattan, saludando a una muchedumbre ilusionada. Era el primer acto público de Trump 2016, dando comienzo a su carrera presidencial.

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Desde entonces, desde siempre en realidad, el presidente ha estado volcado en una misión personal por proyectar lujo y éxito, especialmente mediante los signos visuales que manejaba la élite estadounidense a principios de los años 80, cuando él estaba en la flor de la vida (aunque a las nuevas generaciones estos estilos les resulten más bien horteras). Largos artículos se han escrito sobre la obsesión estética del presidente por el oro y la decoración versallesca, sus edificios chapados en mármol y oropel, cambiando las cortinas del Despacho Oval por estampados de un amarillo resplandeciente. Su hogar en el edificio que lleva su mismo nombre, una monstruosidad de 24 kilates, nos define a un hombre que, como Luis XIV, se ve a sí mismo como el mismo Sol.

Esta es una foto del interior del hotel Four Seasons de Pensilvania, estado en el que el recuento de unos escasos miles de votos estaban siendo esenciales para dar el resultado de la apurada carrera presidencial. El sábado realDonaldTrump tuiteaba “Conferencia de prensa de [mis] abogados en el Four Seasons de Filadelfia a las 11 de la mañana”.

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En la cuenta de tuiter de la delegación local de la conocida cadena hotelera, el gestor de comunicación corría a tuitear lo siguiente: “Sólo por aclarar, la conferencia de prensa del Presidente Trump NO se celebrará en el Four Seasons Hotel de Filadelfia. Tendrá lugar en el Four Seasons Total Landscaping, sin relación con el hotel”.

Minutos después Trump borraba su anterior mensaje y corregía el lugar de la cita: “Four Seasons Total Landscaping a las 11.30”.

Esto es lo que nos devuelve Google después de una búsqueda en la web de este hasta hace dos días desconocido enclave de la ciudad de Pensilvania.

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Y miles de personas perdieron la cabeza

Para sus rivales, una oportunidad de oro para hacer sangre, para sus defensores un episodio humillante difícil de aceptar. No podía ser lo que sus ojos estaban viendo. El que ya podemos tildar como último acto público de la era Trump iba a ser conducido en una tienda de jardinería y paisajismo de la que nadie había oído hablar en su vida; un local en mitad de un polígono industrial adyacente a una librería sex shop y a un crematorio.

Varios reporteros no podían creer lo que veían sus ojos incluso cuando estaban allí y sus crónicas in situ reflejan de alguna forma un clima social delirante, con un puñado de votantes entusiastas coreando consignas y clamando las maldades de Biden o Soros, algunos de ellos en calzoncillos, mientras la gente de la campaña corría a taladrar en el exterior del modesto negocio carteles de Trump Pence para dar al desangelado bulevar alguna impresión de oficialidad antes de que los abogados salieran a hacer su anuncio sobre el fraude electoral.

“Podría escribir bromas durante 800 años y no se me ocurriría algo más descacharrante que Trump reservando el Four Seasons para una importante conferencia de prensa y que se transforme en una rueda de prensa en el párking del Four Seasons Total Landscaping”, decía un guionista.

Otro autor: “El héroe de hoy es quien quiera que haya cogido el teléfono en Four Seasons Landscaping después de que le llame la campaña del presidente para reservar el local y no haya hecho ninguna aclaración de la naturaleza de sus instalaciones hasta que fue demasiado tarde para cancelarlo. Os damos las gracias, mi querido patriota”.

El famoso creador de The Wire, David Simon: “Me he levantado esta mañana aún partiéndome de risa pensando en que hemos visto a Rudy Giuliani escupiendo sus falacias desde un polígono industrial entre un crematorio y una tienda de dildos. La incompetencia trumpista nos ha dejado una maravillosa coda. Magia pura”.

Dos días después de los hechos va quedando claro que difícilmente sabremos nunca cómo se llegó a esta situación. Hay una versión oficial, eso sí, recopilada por The New York Times, según la cual estamos ante una mezcla perfecta de incapacidad de asumir un equívoco y una justificación demencial por la que Total Landscaping siempre fue el plan inicial.

Los responsables del evento le dijeron al presidente que se produciría en “Four Seasons”, lo que él malinterpretó pensando que sería en el hotel y no, como siempre se había pensado, en un local con 200 seguidores en Facebook cuyo principal cliente es el aeropuerto de la ciudad.

Algunos comentaristas políticos corrieron tiempo después a asegurar que FSTL es la tienda de paisajismo de confianza en la que todos los patriotas filadelfinos compran habitualmente, aduciendo que no hay nada de raro en organizar allí la importantísima conferencia, aunque la dueña del local, ante el repentino éxito alcanzado entre los republicanos, hizo un anuncio en sus redes sociales para aclarar que en su tienda se habrían sentido honrados de acoger conferencias “de cualquiera de los dos candidatos”, lo que aleja a Total Landscaping del fanatismo republicano que miles de otros establecimientos en todo el país sí habrían garantizado de haber reservado allí.

Así el importante mensaje de denuncia que Trump 2020 planeaba dictar, un último grito de un presidente que quería convencer a los estadounidenses de que todavía tenía posibilidades de ganar, no pudo ser escuchado por los medios, embelesados al principio por ese cuadro en movimiento llamado Four Seasons Total Landscaping que les estaban regalando y después por lo que estaba a punto de ocurrir en el otro extremo de la ciudad hacia donde empezaron a dirigirse, en los colegios electorales donde estaba a punto de cantarse que el recuento terminaba concediendo los escaños estatales a Biden y poniendo así fin a la incertidumbre de este plebiscito.

La vida política de Trump arrancó con un millonario bajando de sus propias escaleras mecánicas doradas. Este último capítulo se ha cerrado con los abogados del mismo ante un almacén gris en lo que, qué duda cabe, es otro calculado gesto discursivo.

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