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MOTIVACIONES Y CONTEXTO

Velar por los derechos de la Infancia debe ser una prioridad para permitir que la humanidad crezca sana y con toda su potencialidad y, como se recoge en la Convención sobre los Derechos de la Infancia, tiene carácter de obligatoriedad. La atención y defensa de los derechos de la infancia compromete a todos a hacernos corresponsables de potenciar su desarrollo sano y su bienestar. Los entornos digitales suponen nuevos retos no previstos en la convención original, tal y como se recoge en la Observación núm. 25 del Comité de los Derechos de la Infancia. Esta observación es el resultado de una consulta a expertos y más de 700 niños de 28 países. Describen detalladamente los impactos del entorno digital en una decena de derechos, incluyendo la educación, la privacidad, el acceso a la información o la libertad de expresión , poniendo mucho énfasis en la relación entre sector empresarial y las necesidades regulatorias.

En nuestro contexto, hemos evolucionado hasta situarnos actualmente en la sociedad del conocimiento y la información, basada en una economía de los datos que fomenta la recogida y el análisis de grandes cantidades de información. Y así hoy las criaturas nacen en una sociedad altamente tecnológica, en la que los dispositivos digitales y las pantallas están en el centro de las actividades cotidianas. Los niños, al igual que se relacionan con cualquier otro objeto, viven también con naturalidad la interacción con dispositivos digitales. En el marco de esta revolución digital, la infancia sigue siendo una etapa fundamental para adquirir y desarrollar diferentes capacidades del neurodesarrollo, por eso hacen falta estímulos ambientales que favorezcan su evolución física, sensorial, intelectual y afectiva.

En general, en nuestra sociedad existe un gran desconocimiento de los efectos contraproducentes que tiene la exposición de los niños a las pantallas de forma abusiva y continuada, especialmente antes de los 6 años. En muchas situaciones los dispositivos se convierten en una alternativa accesible y eficaz para la distracción de las criaturas que varía según las situaciones: diversos estudios indican que en los entornos sociales de mayor vulnerabilidad, o en familias en las que hay adultos con menos capacidades parentales, la media de tiempo de uso de dispositivos y pantallas durante la primera infancia y sin supervisión es significativamente superior. Y a la falta de conciencia social, hay que añadir que las políticas sociales pensadas para favorecer el bienestar de las familias, la conciliación laboral y familiar y la educación gratuita en la primera infancia no llegan a todos.

En la actualidad tampoco disponemos de políticas que regulen las características de los dispositivos regidos por la economía de la atención, en la que lo importante es lanzar estímulos constantes para atrapar los sentidos de las personas usuarias, tengan la edad que tengan. Para ello se emplean diferentes modalidades de diseño de interfaces conocidas como "patrones ocultos" que afectan a cualquier etapa de la vida, pero son especialmente peligrosos para la primera infancia. El resultado es un contexto económico y de mercado que favorece claramente a las empresas que comercializan productos de hardware o software, por delante de la protección de la primera infancia.

La facilidad de manejo de estos dispositivos a partir de gestos básicos y universales, sin necesidad de saber leer o escribir, están favoreciendo también que los niños los usen sin dificultad. El concepto “nativos digitales”, que se aceptó de forma acrítica y generalizada, defiende la idea de que los pequeños que han estado en contacto con las tecnologías desde las primeras etapas de la infancia saben utilizarlas de forma espontánea o instintiva. Esta creencia es muy discutida en los entornos académicos y profesionales, y más si tenemos en cuenta que la falta de acompañamiento en realidad está creando generaciones de “huérfanos digitales”. El consumo pasivo de productos en estas edades tempranas no es formativo ni asegura el desarrollo de capacidades tecnológicas, más bien al contrario. Además, en el contexto de dicha economía digital, a través de las aplicaciones infantiles, las criaturas están expuestas a una explotación comercial sin precedentes. Es decir, utilizan precozmente apps, juegos y dispositivos que no están adaptados a su maduración cerebral y que, al mismo tiempo, tienen como principal objetivo recoger información personal de los menores con voluntad mercadotécnica.

Convivimos con la tecnología y así queremos que sea. Este manifiesto no pretende eliminar la relación adultos-niños-pantallas, sino que promueve la toma de conciencia para poner las pantallas al servicio de las relaciones humanas en la primera infancia. Es necesario identificar en qué contextos los dispositivos digitales y las pantallas son útiles y necesarios: por ejemplo mantener el contacto con familiares, acceder a bienes culturales y artísticos de calidad y compartir espacios de diversión familiar y social.