Esta investigación fue dictaminada por pares académicos.
Marcela
Ruiz
NombreReyes
de autor
Coordinadora
Nombre
de autor
Autores
Universidad Autónoma de Baja California
Dr. Daniel Octavio Valdez Delgadillo
Rector
Dr. Edgar Ismael Alarcón Meza
Secretario General
Dra. Mónica Lacavex Berumen
Vicerrectora Campus Ensenada
Dra. Gisela Montero Alpírez
Vicerrector Campus Mexicali
Dra. María Eugenia Pérez Morales
Vicerrectora Campus Tijuana
Dr. Rodolfo Martín Gómez Castellanos
Director de la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas
Multiculturalismo
Multiculturalismo
e integración:
la migración
e integración:
La
haitiana
en bajahaitiana
california
migración
en Baja California
ÍNDICE
Introducción
………………………………………………………………..
7
Capítulo 1
Integrapp: Integración haitiana en Baja California, entre la
migración y el cross-cultural understanding
Fernando David Márquez Duarte
……………………………………………………………….. 15
Capítulo 2
Clases de idiomas con migrantes haitianos: tránsito entre la
etnografía y la educación popular
María del Carmen Valenzuela Guerrero
……………………………………………………………….. 51
Capítulo 3
Distinción, racialización y elogio. Elementos para pensar la
incorporación cultural de la comunidad haitiana en el espacio
social tijuanense
Roberto Castro-Miranda
……………………………………………………………...… 89
ISBN: 978-607-607-625-5
Diseño de portada, edición y formación:
Darlen Alejandra Aguilar Guerrero.
Fotografías:
Alfonso Caraveo, Liliana Falcón y Araceli Almaraz.
Capítulo 4
El camino hacia la integración de los migrantes haitianos en
Mexicali
Kenia María Ramírez Meda
………………………………………………………………. 133
Capítulo 5
Integración económica. Dimensiones y Redes Sociales de la
Comunidad Haitiana en Tijuana (2016-2018)
Araceli Almaraz Alvarado
……………………………………………………………..... 185
INTRODUCCIÓN
La presente obra titulada Multiculturalismo e integración:
la migración haitiana en Baja California, se constituye
como un esfuerzo sistematizado de abonar al
conocimiento teórico y práctico sobre la migración
haitiana en Baja California (B.C.), específicamente en las
ciudades de Mexicali y Tijuana, ciudades que recibieron la
mayoría de los migrantes haitianos en B.C.
En este libro se presentan cinco capítulos que abordan el
tema de la coyuntura de la migración haitiana en la región
desde diferentes aristas y perspectivas, con la
característica de ser complementarios unos con otros,
siguiendo un hilo conductual sobre las experiencias
teóricas y prácticas de los autores. Vale la pena resaltar
que todos los autores han realizado un importante trabajo
de campo con la comunidad de migrantes haitianos en
B.C., por lo que los trabajos tienen un valor especial. Por
otro lado, es imperativo mencionar que varios de los
capítulos de esta obra son resultado de la participación del
proyecto de investigación de Archivo Oral de Migración
(AOM), de El Colegio de la Frontera Norte (COLEF),
realizado entre 2016 y 2017.
El primer capítulo titulado Integrapp: Experiencias de
investigación-acción en Baja California, entre la
migración y el cross-cultural understanding del Mto.
Fernando David Márquez Duarte, analiza el tema de la
7
M U LT I C U LT U R A L I S M O E I N T E G R A C I Ó N :
LA MIGRACIÓN HAITIANA EN BAJA CALIFORNIA
INTRODUCCIÓN
integración haitiana con un enfoque práctico, como
resultado del proyecto de investigación antes mencionado.
En este capítulo se presentan las experiencias de la
transición de un proyecto de investigación puramente
académico hacia un proyecto de intervención social con
los migrantes haitianos, reflexionando sobre el caso de la
propuesta de innovación social denominada Integrapp,
que se trató de una propuesta de aplicación de teléfonos
inteligentes para la integración en diferentes dimensiones
de los migrantes haitianos en B.C. Más allá de la
experiencia de esta propuesta, en el capítulo se aborda un
análisis sobre la importancia de que los proyectos de
investigación se transformen en proyectos de intervención
y visibilización de las situaciones y crisis sociales que se
viven en la comunidad, sobre todo en la coyuntura en la
que vivimos, donde es crucial fomentar el cross-cultural
understanding y la ciudadanía global, para fomentar
individuos empáticos, disminuyendo el racismo y la
xenofobia. Este capítulo es un acercamiento de
experiencias de un proyecto de intervención, basado en
fundamentos teóricos sobre la integración de los migrantes
haitianos en B.C.
teórico de la etnografía y la educación popular, para
posteriormente presentar las experiencias del caso de la
intervención realizada con los migrantes haitianos con una
breve descripción de antecedentes de la migración haitiana
en la región, concluyendo con el análisis de las clases de
idiomas (inglés y español) impartidas a un grupo de
haitianos. Vale la pena resaltar que este capítulo se deriva
de la investigación resultante del proyecto de
investigación antes mencionado. Este segundo capítulo
sigue la línea de análisis de experiencias sobre un
proyecto de intervención derivado de un proyecto de
investigación, sostenido en una base teórico y contextual
sobre la situación abordada en este libro: la migración e
integración de migrantes haitianos en B.C.
El segundo capítulo titulado Clases de idiomas con
migrantes haitianos: tránsito entre la etnografía y la
educación popular de la Mta. Maria del Carmen
Valenzuela, presenta un análisis etnográfico del proyecto
de intervención social realizado con migrantes haitianos
en Tijuana, B.C., realizando en primer paso un análisis
8
El tercer capítulo de esta obra se titula Distinción,
racialización y elogio. Elementos para pensar la
incorporación cultural de la comunidad haitiana en el
espacio social tijuanense. Este capítulo de autoría del
Mto. Roberto Castro presenta una discusión teórica
minuciosa sobre lo que es e implica el racismo, el espacio
social, las relaciones sociales, la apertura y la reacción
ante la otredad. Posteriormente se hace una recapitulación
histórica de la construcción social del espacio tijuanense y
de la idea de raza y el racismo en México, entrelazando
argumentos e indicios de las características del espacio
social tijuanense que facilitan, pero sobre todo que
dificultan la integración social de los mirantes haitianos en
esta ciudad. Este capítulo es un vínculo entre las
9
M U LT I C U LT U R A L I S M O E I N T E G R A C I Ó N :
LA MIGRACIÓN HAITIANA EN BAJA CALIFORNIA
INTRODUCCIÓN
experiencias relatadas en los dos capítulos anteriores con
un análisis teórico, con tinte epistemológico sobre qué se
puede considerar raza, racismo e integración, por lo que es
un complemento del hilo conductual que se sigue en este
libro. Este capítulo también se deriva del proyecto de
investigación antes mencionado.
concreta de los haitianos en Mexicali, presentando un caso
complementario al de los capítulos anteriores, al ser las
dos ciudades más importantes y con mayor presencia de
migrantes haitianos de B.C.
El penúltimo y cuarto capítulo de este libro es titulado El
camino hacia la integración de los migrantes haitianos en
Mexicali. El capítulo escrito por la Dra. Kenia Ramírez
Meda hace un análisis interesante sobre la integración de
haitianos, especialmente en Mexicali, B.C. Se comienza el
capítulo con un análisis de los antecedentes del flujo
migratorio de haitianos a México y a B.C., para
posteriormente presentar un análisis de la situación de los
migrantes haitianos que han llegado a Mexicali,
especialmente en el tema de integración y derechos
humanos. Una segunda parte del capítulo presenta un
análisis conceptual sobre lo que se considera integración
de migrantes, así se presenta una caracterización de esta
integración en Mexicali mediante el uso de metodologías
sistematizadas. Posteriormente se realiza una descripción
de actores en este proceso de integración en Mexicali, para
analizar con base en indicadores definidos cómo ha sido
esta integración en las dimensiones laboral, económica,
político/social y cultural desde que llegaron estos
migrantes. Este capítulo sigue con el hilo conductual sobre
integración, aplicando enfoques conceptuales y
metodológicos para analizar la integración de manera más
10
El último capítulo titulado Integración económica.
Dimensiones y Redes Sociales de la Comunidad Haitiana
en Tijuana (2016-2018), de autoría de la Dra. Araceli
Almaraz Alvarado, presenta un análisis de la dimensión
económica de la integración de los migrantes haitianos en
Tijuana, B.C. Se utiliza el enfoque teórico de redes
sociales para realizar este análisis, comprendiendo tres
dimensiones: la espacial, los momentos de arribo y las
trayectorias laborales y de emprendimiento, haciendo una
distinción entre el primer grupo/oleada de migrantes
haitianos y el segundo en cuanto a su integración
económica, en el escenario laboral tijuanense. Se
comienza con una contextualización del flujo migratorio
de haitianos en Tijuana. Posteriormente se analizan las
dimensiones que se mencionan, por medio del enfoque de
redes sociales; esto es posible mediante testimonios orales
de migrantes haitianos en Tijuana. Este capítulo también
es resultado del proyecto de investigación mencionado
(AOM) que fue coordinado por la autora. Es claro que este
capítulo sigue el hilo conductual del libro, analizando
específicamente la dimensión económica de la integración
de estos migrantes, complementando los capítulos
anteriores que hablan sobre la integración social y cultural
en Tijuana, así como la integración en Mexicali.
11
M U LT I C U LT U R A L I S M O E I N T E G R A C I Ó N :
LA MIGRACIÓN HAITIANA EN BAJA CALIFORNIA
INTRODUCCIÓN
Esta obra es un acercamiento académico que no solo
consiste en investigaciones desde un cubículo o
investigaciones enteramente de gabinete. Los trabajos
presentados contienen una vertiente importante de trabajo
de campo realizado en Mexicali y Tijuana, ciudades más
importantes de B.C. y tradicionalmente receptoras de
migrantes, incluyendo haitianos.
su vez generan odio y en casos extremos pueden llegar a
conflictos sociales. Estas reacciones racistas se han estado
manifestando en los últimos meses en B.C. contra los
migrantes que llegaron a México en la caravana, en su
mayoría hondureños y salvadoreños.
El tema de esta obra constituye un fenómeno que ha
tenido implicaciones sociales, económicas, políticas y
culturales en B.C. desde la llegada de los primeros
migrantes haitianos a la región. Los autores que colaboran
en esta obra, gracias al acercamiento con la comunidad de
haitianos por medio de trabajo de campo, plasman en los
capítulos sus impresiones y experiencias con los migrantes
haitianos con la conciencia de visibilizar lo respectivo al
proceso de integración de los haitianos en la región, que
continúa hasta la fecha, así como de tomar acción en pro
de una mejor integración de este grupo, que beneficie a los
migrantes, así como a la comunidad que los recibe.
Es necesario una mayor vinculación entre la academia y
las situaciones sociales, con miras de que con las
investigaciones se puedan lograr, o por lo menos, intentar
lograr cambios para la mejora de la sociedad; por esto, la
presente obra además de ser valiosa por su aportación al
conocimiento, es valiosa también por las experiencias de
intervención realizadas en pro de la sociedad.
Fernando David Márquez Duarte
En la coyuntura presente, el analizar la integración, el
plasmar experiencias de proyectos de intervención y el
proponer estrategias en el tema, se ha tornado necesario.
Las reacciones ante la otredad, ante lo extranjero, ante lo
desconocido van desde la aceptación hasta el rechazo, y
esta última actitud genera una serie de problemas y
consecuencias negativas, sobre todo en el ámbito social y
político, generando posturas racistas y xenofóbicas, que a
12
13
CAPÍTULO 3
DISTINCIÓN, RACIALIZACIÓN Y ELOGIO.
ELEMENTOS PARA PENSAR LA INCORPORACIÓN
CULTURAL DE LA COMUNIDAD HAITIANA EN EL
ESPACIO SOCIAL TIJUANENSE.
Roberto Castro-Miranda2
RESUMEN
En el presente capítulo se propone un aparato analítico
que puede servir para el estudio de la incorporación social
y cultural de migrantes haitianos en lo que llamo espacio
social tijuanense. El objeto específico en torno al cual se
expone esta propuesta es la distinción social a partir de
principios
raciales.
Para
esto,
se
recurre,
fundamentalmente, a la perspectiva teórica-epistemológica
desarrollada por Pierre Bourdieu, a la vez que se articulan
reflexiones teóricas de otros autores. Se sugiere, en un
primer tiempo, que los migrantes haitianos no han podido
incorporarse al espacio social tijuanense en términos de
igualdad, debido a que existen estructuras objetivas y
simbólicas que comportan y mantienen un sistema de
clasificación sustentado en principios raciales, mismo que
condiciona la definición de posiciones sociales de los
2
Maestro en Estudios Culturales por parte del Colegio de la Frontera
Norte e integrante del programa Archivo Oral de Migración, dirigido
por la Doctora Araceli Almaraz y llevado a cabo entre los meses de
septiembre de 2016 y febrero del 2017, como iniciativa del Colegio de
la Frontera Norte.
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H A I T I A N A E N E L E S PA C I O S O C I A L T I J U A N E N S E
individuos que en él participan. En un segundo tiempo, se
sugiere que las muestras de “apertura” y “tolerancia” hacia
los migrantes haitianos, expresadas por la sociedad
tijuanense, retribuyen cierto capital simbólico a los
individuos, grupos e instituciones que las hacen explícitas,
al mismo tiempo que participan en la reproducción y
ocultamiento de la desigualdad social que afecta a estos
migrantes.
identificar, en sus revisiones socio-históricas, las formas
particulares en las que se ha sustentado la distinción entre
individuos y grupos a partir de principios biológicos,
hereditarios, geográficos, climatológicos, y, más
recientemente, en aspectos culturales. Tanto los procesos
históricos, como los cambios de paradigmas de
razonamiento han ocasionado que, en ciertos tiempos y
espacios geopolíticos, estos discursos racializantes sean
más explícitos que en otros, sin que el principio distintivo
que les ha dado origen deje de surtir efecto. Así, el
sangriento proceso de la Segunda Guerra Mundial ha
representado el último gran parteaguas que ha derivado en
la negación y ocultamiento de raza como concepto
diferenciador. Sin embargo, el esfuerzo por mandar al
olvido la palabra raza y el temor de adquirir el calificativo
“racista”, no ha logrado que los mismos individuos y
grupos que siempre han sido desfavorecidos y
menospreciados continuen experimentando el mismo tipo
de trato en el mundo social, como ya lo ha señalado Wade
(2014).
Palabras clave: estructuralista-constructivista, distinción,
raza, elogio, relacional, relativo.
Denunciadas, condenadas, estigmatizadas, las pasiones
mortales de todos los racismos (de etnia, sexo o clase)
se perpetúan porque están insertas en los cuerpos en
forma de disposiciones y también porque la relación de
dominación de la que son fruto se perpetúa en la
objetividad y refuerza continuamente la propensión a
aceptarla que, salvo ruptura crítica (la que lleva a cabo
el nacionalismo “reactivo” de los pueblos dominados,
por ejemplo), es tan fuerte entre los dominados como
entre los dominantes. (Bourdieu, 1999: 238)
El racismo ha sobrevivido a toda política cultural, a todo
cambio ideológico, a toda guerra mundial y a toda
pretensión de inclusión e integración; esto puede
concluirse al revisar el trabajo de algunos autores que han
estudiado este tema (Moreno, 2016, 2015, 2010; Wade,
2014; Arias y Restrepo, 2010; Kretsedemas, 2008;
Hoffmann, 2008). Estos mismos autores han podido
90
Si el racismo continúa operando en el mundo social3 y,
por lo tanto, afecta de manera directa -aunque no siempre
3
Tanto la noción de mundo social, como las de espacio social y
campo, corresponden a diferentes dimensiones analíticas de aquello
que Pierre Bourdieu (1997) describe como un “espacio de relaciones”
entre individuos y/o grupos, es decir, el lugar –abstracto– donde
sucede lo social. Más adelante desarrollo de manera más amplia estas
nociones. Por lo pronto conviene tener en cuenta que cada “espacio de
relaciones” comporta un funcionamiento, lógica y reglas que le son
específicas y estos son instituidos históricamente (ídem).
91
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H A I T I A N A E N E L E S PA C I O S O C I A L T I J U A N E N S E
evidente- la organización del mismo, además de seguir
abonando al mantenimiento de las desigualdades entre
individuos y grupos, lo que corresponde al analista de lo
social y cultural es develar las maneras cada vez más
complejas a través de las cuales éste persiste. De los textos
especializados citados en el párrafo anterior hemos
aprendido que, con el concepto de raza, no se ha referido
a lo mismo durante la época colonial, durante los siglos
XIX y XX, así como tampoco debemos asumir que se
alude a lo mismo en el presente siglo. De la misma
manera, cada vez somos más conscientes de que, aun coexistiendo en la misma temporalidad, una noción no
representa lo mismo en un espacio social que en otro;
como tampoco lo hace para un individuo ubicado en una
dimensión de un espacio social concreto, que paro otro
individuo ubicado en otra posición de ese mismo espacio
social.
concreto tienen el mismo tipo de acceso a la reflexión y al
cuestionamiento crítico que permita “deconstruir” las
estructuras simbólicas que las mantienen, lo cual, en
realidad, continua siendo un privilegio para ciertas clases.
En ese sentido, y considerando el estado actual de la
reflexión socio-cultural, se vuelve cada vez menos
pertinente evitar el cuestionamiento de aquellos discursos
sociales, políticos, religiosos e incluso científicos que
reivindican un eventual carácter “abierto”, “diverso”,
“inclusivo”, “cosmopolita” o “multicultural” por parte de
una “sociedad” o “población”, toda vez que, estas
caracterizaciones terminan reduciendo y ocultando
problemas serios de diferenciación social, a la vez que
dichos atributos son mostrados como algo generalizado y
homogéneo, asumiendo implícitamente que todos los
individuos y grupos que participan en un espacio social
92
Siguiendo una perspectiva bourdiana, considero que,
además del profundo y amplio trabajo socio-histórico
realizado por autores como los citados en el primer
párrafo, quienes han estudiado los procesos de
construcción y re-construcción social de los significados
comportados por distinciones raciales, se vuelve cada vez
más necesario evidenciar los mecanismos y principios
estructurales que mantienen la desigualdad entre
individuos y grupos a pesar de las múltiples denuncias
emitidas desde la academia, así como desde las
instituciones de la sociedad civil. De ahí que, con este
capítulo, busco exponer una propuesta de orden teórico, en
la cual retomo la perspectiva epistemológica y propuesta
teórica desarrolladas por Pierre Bourdieu, la cual permite
entender los fenómenos sociales en términos estructurales
e históricos, así como posibilita la identificación y
comprensión de los mecanismos por los cuales se
producen y reproducen las desigualdades sociales. Esto,
sin dejar de articular planteamientos teóricos presentados
por otros autores, principalmente algunos que han
realizado estudios entorno a la desigualdad social
fundamentada en principios raciales, tanto en México,
como en otros países de Latinoamerica. La idea de esta
propuesta ha surgido ante la necesidad de analizar, de
forma estructural y crítica, la incorporación social y
93
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H A I T I A N A E N E L E S PA C I O S O C I A L T I J U A N E N S E
cultural de los individuos haitianos en la ciudad de
Tijuana. Por lo cual, en un primero momento, expongo
brevemente -dado que ya es abordado en otros capítulos
de este libro- este fenómeno social.
estadounidenses, derivados del triunfo electoral de Donald
Trump, afectaron la recepción de solicitudes para asilo
político y muchos haitianos que cruzaron en esta
coyuntura fueron deportados a su país natal (ídem). Ante
ese nuevo panorama, aproximadamente 3400 de estos
migrantes han decidido quedarse en territorio
bajacaliforniano, siendo la ciudad de Tijuana la que han
privilegiado para refugiarse, según los datos obtenidos por
la CNDH y el Colef hasta abril de 2017 (ídem).
LLEGADA DE MIGRANTES HAITIANOS
TIJUANA Y REACCIÓN ACADÉMICA
A
A lo largo de la segunda mitad del año 2016, la ciudad de
Tijuana experimentó la llegada multitudinaria de
migrantes haitianos -principalmente-, según se ha
documentado en los informes ofrecidos por la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en conjunto
con El Colegio de la Frontera Norte (Colef) (Albicker,
Félix, París, Pérez y Velasco, 2017; París, 2018). La
investigación hecha desde estas instituciones ha permitido
conocer que, entre la segunda mitad del año 2016 y
primeros meses del 2017, entraron cerca de 18 mil
migrantes haitianos al territorio mexicano, por diferentes
puntos de la frontera sur. Una vez adentrados en México,
la gran mayoría de estos migrantes se han dirigido a la
ciudad de Tijuana y Mexicali, pues su objetivo era pedir
asilo en Estados Unidos, dadas las condiciones sociales
desfavorables que existen actualmente en Haití, derivadas,
en gran medida, de los desastres naturales que han
afectado este territorio en los últimos años. Según indican
los citados informes, una parte considerable de estos
migrantes ha, efectivamente, cruzado a dicho país. Sin
embargo, los cambios en las políticas públicas
94
Como se muestra en el párrafo anterior, el fenómeno
social que representó este evento migratorio coyuntural ha
sido objeto de estudio emergente desde diferentes
instituciones y desde diferentes disciplinas y perspectivas
analíticas en los dos últimos años de estudio. De ahí que,
con la finalidad de conocer la problemática social que se
evidenciaba tras los primeros meses de la llegada masiva
de haitianos a Tijuana, algunos alumnos del Colef,
dirigidos por la doctora Araceli Almaraz, hemos iniciado
el proyecto titulado Archivo Oral de Migración, con el
cual se recabaron 17 testimonios sobre las trayectorias
migratorias experimentadas por el mismo número de
migrantes haitianos que en ese momento se encontraban
albergados en el Comedor Salesiano Padre Chava y,
posteriormente, en el Campamento-Refugio San Juan
Bosco4. Esto ha permitido, en un primer momento,
4
En el siguiente link se puede consultar un poco más sobre la
creación de este Campamento-Refugio, misma que resulta de la
coyuntura
migratoria
que
se
describe:
95
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conocer las motivaciones y trayectorias seguidas por estos
individuos migrantes hacía su objetivo final, el cual, es -y
sigue siendo, en la mayoría de casos- llegar a Estados
Unidos, para trabajar y vivir de manera legal, situación
que les permitirá obtener un mejor nivel de vida para ellos
mismos, así como para los miembros de su familia que se
han quedado en Haití o que los esperan del otro lado de la
frontera. Recabar estos testimonios ha implicado la
realización un acercamiento de tipo etnográfico, durante el
cual hemos fungido como voluntarios para las tareas que
nos eran asignadas por los dirigentes de las citadas
instituciones. En un segundo momento, el proyecto ha
posibilitado el desarrollo de talleres para la enseñanza de
inglés básico -2016- y, posteriormente, español básico 2018-; este último en articulación con Espacio Migrante,
una asociación civil que ha surgido en la coyuntura que
aquí se describe.
que componen el proyecto acordado entre el Colef y la
CNDH, particularmente. No obstante, me parece de
similar importancia analizar y comprender, desde un
enfoque socio-cultural, como el de Pierre Bourdieu, el
proceso de incorporación, permanente o temporal, de los
individuos haitianos en el espacio social tijuanense. De
ahí que, con esta propuesta pretenda abonar a la
problematización de la dimensión cultural que, por medio
de principios distintivos, organiza el desplazamiento de
los individuos y grupos que participan en el espacio social
tijuanense, a partir de valoraciones simbólicas asociadas a
las nociones de raza y etnia, lo cual ha parecido pertinente
no obviar ni abonar a su ocultamiento.
OBJETIVO DEL TRABAJO
Me parece necesario remarcar la importancia mayúscula
que ha representado conocer la caracterización del grupo
de individuos haitianos, pues esto ha permitido, en
primera instancia, apoyar a su incorporación en términos
legales, laborales, económicos, educativos y de salud,
gracias al trabajo realizado por el equipo de investigadores
https://www.colef.mx/noticia/nuevo-proyecto-salesiano-tijuanacampamento-refugio-san-juan-bosco/
96
Este capítulo, entonces, trata menos sobre los individuos
migrantes en sí, y más sobre los individuos que componen
el “espacio de relaciones” (Bourdieu, 1997) al cual se
incorporan los primeros, es decir, el espacio social
tijuanense. Toda vez que, de manera más implícita que
evidente, se ha tratado de mostrar y proyectar, en los
medios de comunicación, redes sociales, e, incluso, en
documentos académicos, a una “comunidad tijuanense”
“abierta” y “tolerante” hacia los citados migrantes. Es
necesario precisar que, con este trabajo no se pretende
enunciar ningún tipo de pronunciamiento ético, ni
prescriptivo, lo cual, evidentemente, sobrepasaría la
función científica; lo que sí se busca es evidenciar una
realidad social que parece reproducir, de forma
eufemizada, ciertos principios de diferenciación y
dominación simbólica que pueden considerarse superados
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o disminuidos, incluso inoperantes, en el espacio social
tijuanense.
Según este autor, las “estructuras objetivas” operantes en
un espacio social específico existen más allá “de la
conciencia y de la voluntad” de los individuos que
participan en él, además de tener la capacidad de “orientar
y coaccionar sus prácticas o sus representaciones” (ídem).
El carácter constructivista de la perspectiva bourdiana, por
consiguiente, obedece a la afirmación de que las
estructuras objetivas y simbólicas que organizan el
espacio social, y con ellas el funcionamiento, lógica y
reglas específicos, son construidas -y re-construidas- a lo
largo de la historia social de dicho espacio de relaciones,
o sea, que tienen “una génesis social” (ídem), lo cual
denota el carácter arbitrario -y no natural- de su origen,
como lo señala este autor francés en otro texto (Bourdieu,
2000).
Ante la variedad de lecturas que se han hecho de la teoría
bourdiana, a continuación, me permito precisar la manera
en que entiendo el planteamiento sociológico de este autor
francés, mismo que, haciendo eco del epígrafe con el que
he iniciado, haría falta seguir para alcanzar el objetivo
recién propuesto. Valga señalar que, si bien, la médula que
sostiene el contenido de este trabajo proviene,
efectivamente,
del
pensamiento
estructuralistaconstructivista de Pierre Bourdieu, esto no implica una
limitación a las categorías que este autor francés
desarrolló, pues no he dudado en hacer uso de otras
reflexiones teóricas provenientes desde diversas áreas de
las ciencias sociales, como se verá posteriormente.
ENFOQUE
CONSTRUCTIVISTAESTRUCTURALISTA:
FUNDAMENTOS
DEL
PENSAMIENTO DE PIERRE BOURDIEU
Con el fin de comprender los razonamientos de Pierre
Bourdieu, es necesario empezar por recordar que, al
caracterizar su perspectiva teórico-epistemológica como
estructuralista, el autor refiere a que el mundo social
funciona y se organiza por la existencia de estructuras
objetivas y simbólicas, producto de la historia social, las
cuales establecen la lógica y reglas específicas para el
desplazamiento y acción de los individuos y grupos que
integran el espacio social (Bourdieu, 2000:127; 2002).
98
Para designar el lugar donde tiene lugar lo social, es decir,
toda relación entre instituciones, grupos e individuos,
Bourdieu (1997) utiliza dos categorías, cada una con
diferentes alcances analíticos, a saber, campo y espacio
social. Según mi lectura la noción de campo se diferencia
de espacio social, en la medida que la primera es una
dimensión delimitada de la segunda, con un
funcionamiento, lógica y reglas que le son específicos y
relativamente autónomos -eg. campo artístico, campo
político, campo religioso, campo educativo-. No obstante,
ambas nociones contienen, en su definición, un principio
relacional y la distribución desigual de capitales y poder,
evidenciados por Bourdieu. Para los fines de este trabajo,
los cuales se enmarcan en un “espacio de relaciones”
99
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amplio (ídem), como lo es el existente en la Ciudad de
Tijuana, y no en un campo específico ubicado en el
mismo, acudiré solamente a la noción de espacio social.
Por lo cual me permito evocar la siguiente cita donde
Bourdieu define lo que entiende por espacio:
trabajo. Una vez establecida mi lectura de esta noción, el
lector podrá entender que con espacio social tijuanense
aludiré al sistema de relaciones entre individuos, grupos e
instituciones que participan en la delimitación geo-política
de la Ciudad de Tijuana. Siguiendo la lógica bourdiana, la
organización de este espacio de relaciones, además de
haber sido instituida históricamente, está sustentada en la
distribución desigual de los recursos materiales y
simbólicos -capitales- que definen la posición de los
individuos y grupos que en él participan5 (Bourdieu,
1997:47). La posición ocupada por un individuo, grupo o
clase, entonces, condiciona su posibilidad de acción, pues
ésta es siempre relativa con respecto a las demás
La noción de espacio contiene, por sí misma, el
principio de una aprehensión relacional del mundo
social: afirma en efecto que toda la “realidad” que
designa reside en la exterioridad mutua de los
elementos que la componen. Los seres aparentes,
directamente visibles, trátese de individuos o de grupos,
existen y subsisten en y por la diferencia, es decir en
tanto que ocupan posiciones relativas en un espacio de
relaciones que, aunque invisible y siempre difícil de
manifestar empíricamente, es la realidad más real (el
ens realissimum, como decía la escolástica) y el
principio real de los comportamientos de los individuos
y de los grupos. (Bourdieu, 1997, p. 47)
Entiendo que espacio social, entonces, representa una
categoría amplia que permite analizar las relaciones de
poder, distribución de capitales, estrategias de los agentes,
etc., en una delimitación que debe ser establecida por el
investigador, es decir, se puede hablar de un espacio
social a nivel mundial, grandes regiones o nacional -en el
marco de estudios de orden internacional o nacional, por
ejemplo-; del mismo modo se pueden hacer delimitaciones
regionales dentro de un país -como es el caso de los
estudios fronterizos o los del noreste de México-; así,
hasta llegar al estudio de ciudades, como es el caso de este
100
5
Bourdieu (2001, 2007) ha desarrollado toda una economía del
espacio social con la cual identifica tres formas básicas de recursos
materiales y simbólicos que se encuentran distribuidos en el mismo y
que son adquiridos por los individuos durante el proceso de
socialización y desde su posición específica: el capital económico
(dinero, propiedades y otros bienes); el capital social (familia,
amistades, conocidos de los cuales el individuo puede echar mano
para conseguir beneficios o mejorar su posición); y el capital cultural
(conocimientos, habilidades, técnicas y aptitudes desarrolladas e
incorporadas). Existe, además, una dimensión que atraviesa estas tres
formas de capital y que, al ser reconocidas por los demás integrantes
del espacio social, atribuyen al individuo o grupo el valor simbólico
correspondiente, a saber, el capital simbólico (Bourdieu, 2001, 2007).
Si bien, los capitales económico y cultural parecen ser los principales
condicionantes que definen la posición de los individuos y grupos
(Bourdieu, 2007, 2001, 1998, 1997), es su dimensión simbólica la que
posibilita el ejercicio de dominación de unos sobre otros. Dado que
las distinciones sociales sustentadas en principios raciales posibilitan
la dominación, será la noción de capital simbólico lo que me ayude a
desarrollar lo subsecuente.
101
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cual se está cuestionando las distinciones filosóficas
intelectualistas entre categorías lógicas y valores éticos,
por un lado, y entre cuerpo e intelecto por otro. O lo
que es lo mismo: se está superando las distinciones de
la psicología tradicional entre lo intelectual, lo afectivo
y lo corporal. (Giménez, 1997, p. 6)
posiciones existentes en el espacio social en un momento
dado.
Ahora bien, la estructuración específica que opera en un
espacio social, como el tijuanense, es, a su vez,
estructurante, ya que es incorporada por los individuos de
forma diferenciada, mediante el proceso particular de
socialización que ha experimentado en su trayectoria vital;
este proceso, por su parte, está condicionado por la
posición relativa ocupada por estos individuos en dicho
espacio social (Bourdieu, 2007). La incorporación de lo
social, a nivel individual, es constitutivo de lo que
Bourdieu define como habitus, el cual es definido como
un “sistema de disposiciones” generador y orientador de
las prácticas y representaciones del individuo. Es decir, es
a partir de este sistema de disposiciones que el individuo
percibe, aprecia y actúa en relación a otros individuos,
grupos y objetos que existen en el mundo social
(Bourdieu, 1995). Así, se entiende que el habitus es una
categoría que permite analizar, de manera integral, la
articulación de los razonamientos, preceptos morales,
expresiones corporales, orientaciones y preferencias de un
individuo, como lo señala Giménez:
El habitus tiene un carácter multidimensional: es a la
vez eidos (sistema de esquemas lógicos o estructuras
cognitivas), ethos (disposiciones morales), hexis
(registro de posturas y gestos) y aisthesis (gusto,
disposición estética). Esto quiere decir que el concepto
engloba de modo indiferenciado tanto el plano
cognoscitivo, como el axiológico y el práctico, con lo
102
Por otro lado, y evadiendo deliberadamente el debate
sobre el individualismo6 metodológico (Lahire, 1999,
2006, 2017) -el cual sobrepasaría el objetivo de este
trabajo-, es importante señalar que aquí se entiende al
individuo como un agente social -en el sentido bourdianocuya trayectoria vital individual produce un sistema de
disposiciones específico, sin que esto exima la evocación
de clases sociales. Sin embargo, éstas últimas son
entendidas, no desde los preceptos materialistas, sino
como:
Conjuntos de agentes que, por el hecho de ocupar
posiciones similares en el espacio social (esto es, en la
distribución de poderes), están sujetos a similares
condiciones de existencia y factores condicionantes y,
como resultado, están dotados de disposiciones
similares que les llevan a desarrollar prácticas
similares. (Bourdieu, 2001b, p. 110)
Así, esta noción integrada de individuo permite denotar la
irreductibilidad de cada trayectoria vital y, con ello, el
6
Esta discusión la he abordado en los apartados teórico y
metodológico de mi tesis de maestría, titulada: De ópera, mole y
pozole. Una aproximación a la construcción del gusto musical en
Tijuana. (Castro-Miranda, 2018).
103
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siempre particular sistema de disposiciones incorporado
durante la misma; la perspectiva bourdiana autoriza, a la
vez, entenderlo como un agente que, a través del habitus
incorporado, desde su posición social, puede accionar,
percibir, valorar y comprender el mundo social y, con ello,
a las personas, grupos y cosas que en él existen. Así
mismo, la categoría clase permite entender que, si bien
hay disposiciones o comportamientos compartidos por un
grupo de personas -como las reacciones frente a los
migrantes haitianos-, éstas responden a las condiciones
relativamente similares atravesadas en el transcurso de su
trayectoria vital en un espacio social donde se
desenvuelven desde posiciones que son, de igual manera,
relativamente similares.
reestructuración de las lógicas y funcionamiento del
espacio social, accionando a partir de sus disposiciones
incorporadas (Giménez, 1997; Bourdieu, 2007, 1992).
Estableciendo distancia con algunas lecturas deterministas
que se han hecho a lo propuesto por Bourdieu, me permito
precisar que, entiendo -a la vez que considero que así lo
plantea originalmente Bourdieu- a los individuos y grupos
como condicionados por las estructuras existentes en el
espacio social, más no determinados o atrapados
trágicamente en un destino fijado por el funcionamiento y
reglas del mismo. Siguiendo la lógica bourdiana, se
entiende que la acción de los individuos y grupos es
ejercida en una relación dialéctica entre la estructuración
del espacio social -constituida históricamente- y el habitus
-producto de la historia individual-. Es una relación
dialéctica porque las estructuras objetivas, socialmente
constituidas, condicionan la acción del individuo o grupo,
a la vez que estos últimos pueden participar en la
104
LO
RELACIONAL
Y
FUNDAMENTO DE LA
INDIVIDUOS Y GRUPOS
RELATIVO
DISTINCIÓN
COMO
ENTRE
Todo espacio social comporta, en su naturaleza relacional
y relativa, un sistema de clasificación y división que,
sustentado en la posición ocupada por los individuos y
grupos, organiza las jerarquías sociales (Bourdieu, 1997).
Este sistema de clasificación es incorporado por los
individuos que en él participan, bajo la forma de
principios de percepción y división a través de los cuales
perciben y valoran a los demás individuos, grupos y
objetos existentes en el espacio social (ídem), lo cual
remite, evidentemente, a pensar este sistema de
clasificación como una dimensión del habitus y, por lo
tanto, remarcar que su incorporación individual es siempre
relativa, pues se realiza desde posiciones específicas,
como ya he descrito anteriormente.
Dado que el volumen de los capitales es el que define la
posición de privilegio o desventaja, de dominación o
sumisión, será la lucha por los mismos lo que siempre esté
en juego dentro del espacio social, pues el individuo o
grupo privilegiado buscará conservar su posición, a la vez
que aquel que se encuentra en desventaja procurará
mejorarla (Bourdieu, 2007, 1997). En ese sentido, viene a
105
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bien recordar que, en La distinción, Bourdieu (1998)
demuestra que el gusto, entendido como esquema de
disposiciones por medio del cual los individuos orientan
sus preferencias -alimenticias, artísticas, de vestimenta, de
actividades, entre otros-, funciona como un mecanismo
por medio del cual los individuos se distinguen unos de
otros simbólicamente. Esta obra, además de ofrecer un
análisis taxonómico de la economía del consumo cultural,
ha permitido comprender que en el mundo social existe un
principio de distinción que, entre otras cosas, posibilita el
mantenimiento o mejora de la posición ocupada en el
espacio social, de ahí que se un sustento imprescindible
para este trabajo.
simbólico, lo cual implica que también funcionan como
condicionantes para la definición de la posición ocupada
por un individuo o grupo en un espacio social.
Ahora bien, que un individuo o grupo pueda distinguirse,
implica, por un lado, el auto-reconocimiento de la
posesión de ciertos “atributos”, los cuales, deben ser
reconocidos y valorados por los otros individuos o grupos
que participan en el espacio social (Giménez, 2009). A
esta representación que un grupo o individuo tiene sobre sí
mismo Giménez la llama identidad (ídem) y, en el marco
de este trabajo, los atributos reconocidos y valorados en el
espacio social, en relación a la auto-identificación o las
identidades asignadas a otros, serán entendidos como
atributos identitarios. Me interesa subrayar que, estos
atributos identitarios comportan valoraciones simbólicas
asignadas en el proceso histórico de estructuración del
espacio social que se analice, -en este caso el tijuanense-;
y es por dicha valoración simbólica que entiendo
atributos identitarios como una forma de capital
106
Para fines analíticos, es necesario tener en cuenta que los
atributos identitarios, por su naturaleza formal, pueden
ser, según Giménez: de “pertenencia social” -género, clase
social, origen étnico, origen geográfico, etc.-;
caracterológicos, en una dimensión individual inteligente, puntual, honrado, por ejemplo- y otra
relacional -abierto, respetuoso, “tolerante”, entre otros-; el
“estilo de vida”, fuertemente relacionado con lo “hábitos
de consumo”7; el capital social; y su trayectoria vital
misma (Giménez, 2009, pp. 14-16). De los anteriores, me
interesa retomar, por un lado, la noción de atributos por
pertenencia social para problematizar, desde la
perspectiva que sigo, la valoración simbólica que se
asigna al color de piel y al origen geográfico y étnico; y,
por otro lado, la noción de atributos caracterológicos, en
su dimensión relacional, para problematizar las reacciones
de los individuos y grupos tijuanenses desde el capital
simbólico que les puede retribuir el mostrarse como
“tolerantes”, “abiertos” a la diferencia, cosmopolitas, etc.
Para poder continuar con la exposición de este trabajo, es
necesario explicitar dos nociones que he venido utilizando
sin hacer la definición correspondiente, estás son: forma y
7
Esto he podido estudiarlo en mi tesis de maestría, titulada De ópera,
mole y pozole. Una aproximación a la construcción del gusto musical
en Tijuana. Castro-Miranda, Roberto (2018), El Colegio de la
Frontera Norte.
107
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valoración simbólica. Ya he señalado antes que no ha
hecho falta hablar de raza para que las distinciones a las
que alude dicha noción continúen operando en diferentes
espacios sociales; del mismo modo he tratado de remarcar
el hecho de que toda significado, idea o práctica opera de
manera particular en cada espacio social, además de ser
incorporada de manera siempre relativa por cada
individuo, según su posición social. Ante la necesidad de
analizar esas producciones simbólicas, la noción de forma
resulta altamente operativa; y es recuperando los
fundamentos teóricos propuestos, primero por Simmel
(1989), y posteriormente por Thompson (2002), que se
puede articular este concepto con la perspectiva
estructuralista-constructivista que he venido describiendo.
Así pues, para Simmel, forma refiere al medio por el cual
la vida8 se manifiesta, un “armazón” que pretende
contener la cosmovisión y las prácticas culturales propias
de una sociedad inserta en un contexto histórico específico
(Simmel, 1989, pp. 315-316); por su parte Thompson
(2002, p. 203), alude con formas simbólicas a “las
acciones, los objetos y las expresiones significativos de
diversos tipos” emergidos en “contextos y procesos
estructurados
socialmente”.
Articulando
ambas
definiciones, aquí utilizaré forma para referir a los
productos culturales -entendiendo cultura como
estructuras simbólicas, en el sentido bourdiano-, es decir,
a la objetivación e institucionalización de significados
construidos socialmente. Esta producción puede
presentarse de manera material, como es el caso de las
obras artísticas, las publicaciones científicas, programas
televisivos, fiestas tradicionales, por poner algunos
ejemplos; o puede presentarse de manera inmaterial,
meramente simbólica, como lo son los conocimientos
transmitidos de generación en generación, las ideologías,
así como también los significados que en un espacio
social se le otorga a las personas y a las cosas.
8
Como ya he señalado en otro trabajo (Castro-Miranda, 2018) para
Simmel, la vida representa “un devenir incesante”, un continuo que se
materializa en formas particulares, a las cuales, por cierto, nunca
consigue ajustarse. La vida y la forma, según Simmel, son
interdependientes, pues la primera necesita de la segunda para
manifestarse, y la segunda depende irremediablemente de la primera
para adquirir sentido, puesto que lo que representa es precisamente
una forma particular de vida. La vida, sin embargo, al estar en
constante desarrollo no puede ser contenida en una forma de manera
permanente, pues tan pronto como se le haya capturado estará
buscando otro medio diferente de manifestarse, es decir, otra forma
(Simmel, 1989, p. 316-329).
108
Por otro lado, con valoración simbólica se alude al
“proceso mediante el cual los individuos que producen y
reciben las formas simbólicas les asignan cierto “valor
simbólico” (Thompson, 2002:229-230). Y es aquí donde
comienzo a despegarme del nivel de abstracción en el que
he mantenido -a propósito- este apartado, con el fin de
ejemplificar la relación forma-valoración simbólica con
respecto al objeto para el que se construye esta propuesta
teórica. En ese sentido, primero quisiera señalar que
entiendo forma como una categoría que puede tener
diferentes niveles o grados de análisis, dependiendo el
objeto específico de estudio. Así, por ejemplo, de raza,
entendida como una forma que contiene la “idea de un
109
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linaje, un grupo de individuos que tienen algo en común a
través de un vínculo genealógico” (Wade, 2014:38),
pueden derivarse formas más específicas, como lo son por
sí solas las ideas concernientes al individuo negro, blanco,
mestizo, europeo, asiático, latinoamericano, francés,
mexicano, estadounidense, oaxaqueño, regiomontano o
tijuanense, sólo por poner algunos ejemplos. En segundo
lugar, estas formas específicas tienen siempre un origen
concreto -el cual no siempre es posible identificar con
precisión-, pero la reapropiación y valoración de las
mismas en otros espacios sociales y momentos históricos
hacen que el contenido pueda tener sentidos y valores
distintos, pues, siguiendo el enfoque relacional-relativo
que ya he expuesto, en cada espacio se otorgará a la forma
un sentido y un valor a partir de la estructuración e
historia específicas; así como cada individuo incorporará
el contenido de esa forma y asociará un valor a la misma a
partir de su sistema de disposiciones -habitus- particular
(Thompson, 2002).
aspecto relativo del sentido dado a una forma en un
espacio social determinado, el cual sería irreductible al
sentido dado en otro espacio social; como igualmente
irreductible sería la apropiación individual de esa misma
forma por un individuo perteneciente al campo de las
ciencias sociales en un espacio social específico, en
relación a un individuo perteneciente al campo
manufacturero del mismo espacio social, pues cada uno
apropiaría dicha forma desde su particular manera de ver
la vida, es decir, desde los principios de percepción y
división incorporados de manera desigual, y por
consiguiente, singular.
El lector podrá pensar que, con los ejemplos utilizados,
equiparo forma con significado -en el sentido saussurianoy en buena medida tiene razón. Sin embargo, considero
que la categoría forma permite salir del análisis
propiamente lingüístico y entender un significado, desde
la perspectiva estructuralista-constructivista aquí descrita,
como una construcción social, como un producto generado
en la historia de la relación desigual entre individuos y
grupos que ocupan diferentes posiciones en el mundo
social; permite, además, tener siempre en cuenta el
110
La perspectiva teórico-epistemológica, así como las
categorías fundamentales hasta aquí descritas, pueden bien
considerarse un aparato heurístico básico para el estudio
de una gran diversidad de temas que abordan la
desigualdad social, como el trabajo que he realizado
anteriormente (Castro-Miranda, 2018); pero, para vincular
esta base teórica con el objeto de estudio que nos ocupa,
en la siguiente sección articularé algunos preceptos
teóricos desarrollados por Trouillot (2011) y otros autores.
EL ELOGIO Y LA “APERTURA”
MECANISMOS DISTINTIVOS
COMO
El trabajo crítico desarrollado por el antropólogo haitiano
Michel-Rolph Trouillot le ha llevado a identificar y
denunciar un tipo de mecanismo por medio del cual se
halaga a la diferencia, se le reconoce y se le acepta, sin
111
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que esto implique un desvanecimiento de las estructuras
que perpetúan la desigualdad social: el elogio a la
otredad. Sin embargo, según sugiere este autor, este
mecanismo es producto de un proceso histórico muy
amplio denominado modernidad, durante el cual aquello
que él llama Atlántico Norte -occidente, incluido Estados
Unidos- se instaura como una verdad a partir de la cual se
construye al otro, es decir al no blanco, y no poseedor de
los atributos que caracterizan al ideal del hombre
occidental (Trouillot, 2011)9. Este elogio, sin embargo, es
considerado por el autor como un mecanismo con el cual
el individuo, al elogiar al otro, es retribuido y reconocido
por su -supuesta- apertura y aceptación del otro, de ahí
que el elogio se haga explícito:
individuo occidental, sino también de aquellos
occidentalizados, o debería decirse, aquellos que han sido
tocados por la mano del occidental, del “civilizador”.
Ahora bien, ser “abierto”, ser “tolerante” y tener el poder
de elogiar, implica el auto-reconocimiento de estar en una
posición más privilegiada que aquel al que se elogia y
tolera; implica aceptar que los atributos propios tienen
mayor valor simbólico que los del otro. Trouillot (2011)
sostiene que, quien ha tenido el poder de elogiar al menos
privilegiado, al otro, ha sido el hombre blanco occidental;
ha sido él quien ha tenido que “aceptar”, al negro, al
mestizo, al oriental, al “ignorante”, a la mujer, al
homosexual, al que escucha música popular, y todo aquel
construido como otro.
Aún si aceptamos o rechazamos la diferencia,
especialmente cuando decimos acogerla, nos valoramos
públicamente por hacerlo y esperamos que los demás
tengan una opinión similar […] Usualmente el premio
sobre la diferencia toma una forma doblemente
halagüeña -alabanza del Otro y del yo que lo alaba(Trouillot, 2011:138-139)
Cruzar las reflexiones de Trouillot con las de Bourdieu,
entonces, permite entender que los individuos que
actualmente componen el espacio social tijuanense porque es nuestro ejemplo- se enfrentan ante estructuras
simbólicas, históricamente construidas, que establecen las
valoraciones simbólicas de los atributos identitarios
teniendo como referencia de mayor valor al individuo
dominante, es decir, el hombre blanco occidental. De tal
forma que los atributos asociados con éste individuo
detentan el mayor valor simbólico y los atributos del otro
son fijados a partir de diferentes factores, en relación con
la cercanía o lejanía con los atributos del individuo o
grupo dominante. Si elogiar, mostrarse como “tolerante”
y/o “abierto” son atributos altamente valorados en el
mundo social actual, es comprensible que el individuo
El elogio al otro y, con eso, a sus atributos -vistos como
diferencias-, a su cultura, a sus expresiones artísticas y
prácticas no hacen, según el autor, más que encerrarlo
cada vez más en el “nicho” que se le ha asignado en
relación al Atlántico Norte. El elogio no es exclusivo del
9
No está de más señalar que Trouillot (2011) denuncia la tarea de
construcción del “nicho del Salvaje” no hubiera sido posible sin el
desarrollo, a la par, de la antropología como ciencia social.
112
113
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dominado, en su afán de mejorar su posición, intente
adquirir dichos atributos identitarios de orden
caracterológico.
siempre distinta en cada dimensión del mundo social y,
por supuesto, en cada individuo o grupo que participan en
dicha dimensión. De tal modo que, el valor simbólico
otorgado al color de piel “blanco”, “negro”, “moreno”,
etc. en un contexto como el de París no es el mismo que se
le otorga en Nueva York, la Ciudad de México o Tijuana,
ya que cada uno de estos espacios sociales han sido
estructurados en complejos y particulares procesos
históricos; así como cada proceso de socialización
individual habrá derivado en sistemas de visión y división
-habitus- específicos que otorgarán un valor simbólico
particular a los mismos atributos, aun cuando
determinados individuos se desenvuelvan dentro del
mismo espacio social.
Hasta aquí he expuesto sólo una parte de mi propuesta, y
ésta no alcanza a responder cómo, en un espacio social
compuesto, cada vez más, de individuos que se muestran
como tolerantes, abiertos¸ respetuosos de la diferencia,
cosmopolitas, persisten aún las desigualdades sociales
hacia los mismos grupos e individuos. El siguiente paso,
considero, es analizar cómo se han construido
específicamente las estructuras simbólicas que organizan
el espacio social a partir de principios raciales, y a eso
dedicaré la siguiente sección.
RAZA COMO FORMA Y SU APROPIACIÓN EN
MÉXICO
Cuando he hablado de raza como una forma, ha quedado
manifiesto, con ello, que aludía a una producción social,
de tal modo que no son el color de piel, ni el color y/o tipo
de cabello, ni las facciones, etc. reconocidos en un
individuo los que detentan un valor “naturalmente”
asignado, sino que el valor simbólico asignado a estos
atributos ha sido producido, reproducido, transformado
y/o reapropiado, social e históricamente, en delimitaciones
del mundo social siempre específicas. Insistiré, además, en
que no se debe dejar de atender el hecho de que la
valoración simbólica hacia determinado atributo
reconocido en un individuo o grupo opera de manera
114
Para entender cómo se han construido las estructuras que
operan en un espacio social, como el tijuanense, desde la
perspectiva bourdiana, es imprescindible pensar en el
desarrollo histórico del mismo, es decir, estudiar las
condiciones en las que se fue conformando como espacio
social. Ante esta tarea, se podría empezar por estudiar las
condiciones dadas antes, durante y después de la
colonización española en el territorio mexicano; estudiar
los grandes sucesos coyunturales, por ejemplo, la
Independencia, la pérdida de una gran parte del territorio
mexicano que fue anexado a Estados Unidos y la
Revolución. Del mismo modo, es necesario estudiar cómo
han afectado está estructuración los procesos globales de
los que ha formado parte o que simplemente ha sido
testigo, pero que definitivamente han repercutido en
115
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influencia ideológica, debido, sobre todo, a la nunca
abandonada aspiración de asemejarse al colonizador, al
occidental. Por último, es indispensable problematizar esta
estructuración histórica en relación a la cercanía de este
espacio social con
el estadounidense, pues,
evidentemente, esto tiene implicaciones simbólicas de alta
importancia, ya que se trata de la confluencia de dos
espacios sociales, estructurados de manera altamente
desigual en relación de uno con el otro.
mismas que han operado en diferentes espacios sociales,
así como diferentes momentos históricos. Una de las
reflexiones más importantes que han producido estos
autores sobre el caso mexicano específicamente, ha sido lo
referente al proceso de introducción, en el discurso
público y en las prácticas cotidianas, de la noción de lo
mestizo, como atributo identitario de la mexicanidad
nacionalista promovida a partir del
proceso
independentista y que ha tenido su mayor auge en la etapa
post-revolucionaria de principios del siglo XX. Por medio
de una intensa definición política de tipo nacionalista y un
fuerte movimiento artístico que participaba en la
producción y reproducción de esos mismos discursos,
haciendo uso de diferentes medios expresivos (Urías,
2013; Pérez, 1999), en México se fue se introduciendo y
sedimentando la noción del mestizo como identidad
genérica del individuo mexicano, representándolo como
producto de la mezcla cultural y biológica entre los
nativos del territorio ocupado por México, así como de los
colonizadores españoles y los esclavos de origen africano
traídos por los mismos colonizadores (Moreno, 2010,
2015; Hoffmann, 2008; Gall, 2004).
Por otro lado, algunas propuestas (Bhabha, 2003,
Delgado, 1999; Anzaldúa, 1999) sugieren pensar al
individuo que participa en un espacio social fronterizo
como inmerso en una identificación liminal o una noidentificación, cuya lógica llevaría a pensar que el
individuo tijuanense no se reconoce completamente como
mexicano, pero tampoco se reconoce completamente
como estadounidense. Por mi parte, me permito sugerir
que este individuo sí se reconoce como mexicano, pero
aspira a ser estadounidense, ser occidental, ser blanco, en
el sentido de blanquitud que desarrollo más adelante.
Ahora bien, en México el tema de la raza -y el racismo- ha
sido estudiado desde diferentes perspectivas, por
diferentes autores, como lo ha hecho notar Moreno (2016)
en su profunda revisión de publicaciones que han
abordado el tema. En la mayoría de los trabajos revisados
por esta autora, así como a los que he acudido para
fundamentar este trabajo, se ha privilegiado el estudio de
la trayectoria histórica de las nociones que contienen
principios raciales, como lo son raza, etnia y cultura,
116
Si de nuevo se articula las reflexiones de Bourdieu y
Trouillot para analizar esta construcción del mestizo en
México, se puede identificar, sin mucha dificultad, aquella
aspiración de ser el individuo blanco occidental de la que
ya he hablado. Si se es mestizo, no se es indígena y
tampoco negro, y ante el valor simbólico asociado con
ambos orígenes, el individuo mexicano parece preferir
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“distanciarse” de esas raíces. En cambio, la relación del
mestizo con lo blanco, con lo europeo, es diferente, pues como lo es a nivel global- la blanquitud occidental sigue
siendo dominante. Siguiendo a Echevería (2010), entiendo
que la blanquitud no alude sólo al color de piel, rasgos
físicos y tipos de cabello -aunque estos atributos
continúen siendo valorados positivamente-. La blanquitud
representa la máxima posición de privilegio, en el sentido
económico, social y cultural; por consiguiente -y como
toda representación racial-, la blanquitud conlleva una
serie de atributos que la caracterizan y que son valorados
simbólicamente de forma positiva, entre ellos están:
ciertas prácticas recreativas, artísticas y deportivas; un tipo
de alimentación específico y maneras propias de comer;
las formas de usar el cuerpo -posturas, modo de caminar,
ademanes; los usos de la lengua -vocabulario, fraseo,
entonación, articulación-; las maneras “correctas” de
relacionarse con el otro -tolerante, respetuoso, abierto,
educado, caritativo-, cualidades que son producto de la
“cultivación” de la que han sido acreedores.
un individuo que, aunque posee piel blanca, cabello rubio
y ojos de color claro, no expresa un habitus -corporal,
caracterológico y lingüístico- que corresponda con la
noción amplia reconocida de blanquitud.
De tal manera que, se es “completamente” blanco cuando
los rasgos fisonómicos más valorados van acompañados
de una pertenencia a la cima del espacio social, además de
llevar un estilo de vida y poseer aquellos atributos
caracterológicos que también son valorados en términos
positivos. Un ejemplo que ilustra claramente la
representación de la blanquitud más allá del color de piel
para ciertos sectores sociales en México es la noción del
“güero” o la “güera” “de rancho”, con el cual se alude a
118
ELOGIO Y RACIALIZACIÓN
Durante el siglo XX, particularmente en la etapa posterior
a la segunda guerra mundial, el mundo occidental se
sumió en una negación inducida de la raza como elemento
diferenciador. Se evitaba cautelosamente utilizar esta
noción en los discursos públicos y en los medios de
comunicación, pues cualquier alusión o asociación con
juicios raciales atraía la imagen del genocidio cometido en
Europa, mismo que había movilizado una desaprobación
global. Desde su posición como país en vías de desarrollo
y con una participación cada vez más activa en las
dinámicas globales, donde la comunicación y el
intercambio de noticias, ideas y productos culturales
circulaban más rápido, México se suma a la oleada de
reflexión sobre la diversidad cultural, con la cual se
pretendía mostrar que el trágico fin que afectó a la
población judía, principalmente, había servido de
reflexión y aprendizaje social. Los discursos académicos y
políticos continuamente evocaban el reconocimiento de la
heterogeneidad cultural; se modificaron las leyes de tal
modo que reconocieran y “defendieran” lo diferente; se
idearon políticas públicas que favorecieran la expresión
cultural de los grupos antes marginalizados por las
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mismas; en fin, cada vez más, quien era indígena, negro,
mujer, no heterosexual, no católico, discapacitado, cholo y
cualquier otro tipo de “minoría” antes no reconocida, era
objeto a considerar para la implementación de políticas
públicas.
Se llega así al siglo XXI, donde pudiéramos pensar que
tanta reflexión, tanto elogio a la diferencia, tanto debate
académico, tanta política “inclusiva”, tanta promoción de
lo multicultural, de lo diverso, derivaría en un efectivo
desvanecimiento de la desigualdad y de las fronteras
simbólicas que separan y jerarquizan el mundo social. Sin
embargo, no ha sido así, las cada vez más inclusivas
legislaciones y políticas, no parecen haber permeado en la
misma dimensión hasta la práctica cotidiana, es decir, al
día a día experimentado por individuos que se
desenvuelven en el espacio social a partir de una posición
definida por los capitales acumulados en el proceso de
socialización. Lo que sí han logrado estas políticas es
resaltar la diferencia, elogiarla y, con eso, mantener al otro
en su “nicho” (Trouillot); o, como sugiere Bourdieu,
ofrecer un respeto formal a las diferencias, sin que eso
implique el desvanecimiento de las estructuras,
principalmente
simbólicas,
que
sostienen
las
desigualdades sociales:
[…] las “políticas culturales” dirigidas a los más
desfavorecidos están condenadas a vacilar entre dos
formas de hipocresía (como pone de manifiesto el trato
que reciben en la actualidad las minorías étnicas, en
particular los inmigrantes): por un lado, en nombre de
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un respeto a la vez condescendiente y sin consecuencias
hacia unas particularidades y unos particularismos
(culturales) en buena parte impuestos y padecidos, que
de este modo acaban convertidos en algo elegido […]
se encierra a los desposeídos en su estado y se omite
ofrecerles los medios reales para realizar sus
posibilidades mutiladas; por otro lado, se impopen
universalmente (como hace la institución escolar en la
actualidad) unas mismas exigencias sin preocuparse por
distribuir con idéntica universalidad los medios de
satisfacerlas, lo que contribuye a legitimar la
desigualdad, que, simplemente, se registra y se rarifica
ejerciendo para colmo, y a partir de la escuela, la
violencia simbólica asociada a los efectos de la
desigualdad real dentro de la igualdad formal.
(Bourdieu, 1999:104)
Esta cita me ayuda a dirigirme al final de este trabajo,
pues expone -como he tratado que lo haga mi texto
también- un conflicto entre estructuras sólidamente
construidas a partir de la diferencia y nuevas estructuras
formales -leyes y políticas- que poco pueden hacer para
re-construir las primeras a partir de los principios de
igualdad repetidos hasta el cansancio en los discursos
jurídicos y políticos. Y, dado que, desde la perspectiva
bourdiana, el funcionamiento del espacio social es
incorporado por los individuos que lo componen, la
estrategia individual de elogiar, mostrarse abierto y
respetuoso ante la diferencia, con el fin de auto-atribuirse
el capital simbólico que estos tipos de carácter atesoran,
entran en conflicto con el sistema de clasificación
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incorporado en el mismo espacio social, mismo que,
como hemos visto, comporta principios de división
fuertemente sustentados en la racialización.
legales y de servicios sociales; ni la vigilancia y
propuestas de los organismos institucionales que velan por
los derechos humanos, han podido lograr que la
incorporación del haitiano sea en términos de igualdad.
Parece ser, además, que el individuo haitiano es mejor
aceptado mientras su desenvolvimiento en el espacio
social tijuanense coincida con la representación que se
tiene de él. Sobre el haitiano, por ejemplo, se ha
construido una representación que le atribuye el carácter
de “trabajador”, pero este calificativo tiene poco que ver
con la idea del doctor que trabaja en un hospital, o el
profesor que labora en los salones de clase; tampoco hace
referencia al arquitecto, al artista, al dentista, al abogado,
al empresario; aunque muchos de ellos cuentan con
preparaciones profesionales como estas e incluso
experiencia de varios años en esas áreas laborales.
Efectivamente, al haitiano se le pretende elogiar
atribuyéndole dicho carácter “trabajador”, como cosa
natural, como algo que es parte de su “esencia” haitiana;
sin embargo, la realidad que acompaña a la representación
del haitiano “trabajador” está asociada con la venta de
dulces, frutas y otros productos en las calles, el lavado de
autos, la carga de bultos, la construcción, la plomería, la
carrocería, la jardinería, el servicio restaurantero, el
empleo doméstico, la maquila, la cocina “exótica” e,
incluso, el sexo-servicio y otros empleos que, en la
economía laboral, detentan valoraciones simbólicas que
retribuyen poco a la acumulación positiva de capital
simbólico, lo cual permite mantener las estructuras
CONCLUSIÓN
Con el presente trabajo he tratado de proponer, teniendo
como base las propuestas teóricas de Pierre Bourdieu, un
marco analítico que pueda ser utilizado para pensar de
manera estructural y crítica la incorporación de los
individuos haitianos en lo que he llamado espacio social
tijuanense, ya que considero que esta perspectiva permite
explicar por qué después de tanta reflexión y denuncia con
respecto a las desigualdades sociales, como aquellas de las
que son víctimas los individuos haitianos, éstas se siguen
manteniendo; incluso pareciera que las distancias entre
posiciones de privilegio y las de desventaja se acrecientan.
He sugerido, siguiendo a Trouillot y Bourdieu, que las
estrategias de elogio a la diferencia, así como la supuesta
apertura y tolerancia a los construidos como otros,
obedecen más a un interés en incrementar el capital
simbólico, que el ser reconocidos como “abierto” y
“tolerante” pueden atribuirles.
Ante esta realidad que se observa en Tijuana, parece
evidente que ni el arduo esfuerzo hecho por las
asociaciones civiles; ni los llamados a la “bondad” por
parte de las instituciones religiosas; ni las medidas
tomadas por los gobiernos federal, estatal y municipal
para facilitar la incorporación de los haitianos en términos
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Por último, me permito enunciar que, no es mi intención,
al sugerir lo anterior, dejar de reconocer el esfuerzo y las
muestras explicitas de apoyo por una parte de la población
tijuanense que respondió al llamado de ayuda emitido por
las instituciones civiles y religiosas que ofrecían refugio,
alimentación, servicios médicos u otro tipo de servicios
básicos a las grandes cantidades de migrantes que llegaron
a Tijuana principalmente durante la segunda mitad del año
2016. Tampoco interesa minimizar las medidas tomadas
por instituciones locales y nacionales con la finalidad de
favorecer, en un corto plazo, a la comunidad haitiana en
términos de permanencia legal y acceso a los servicios
sociales básicos. Sin embargo, la tarea sociológica obliga
a pensar de manera siempre crítica todo tipo de fenómeno
social, sobre todo aquellos que son menos evidentes y que
terminan por reproducir, de forma eufemizada, la
desigualdad social, como considero que es el caso.
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