Contribuciones de la Psicología al abordaje de la dimensión humana del cambio climático en Chile (segunda parte)

Rodolfo Sapiains Arrué
Universidad de Chile , Chile
Ana María Ugarte Caviedes
Universidad Católica Silva Henríquez, Chile

Contribuciones de la Psicología al abordaje de la dimensión humana del cambio climático en Chile (segunda parte)

Interdisciplinaria, vol. 34, núm. 2, pp. 259-274, 2017

Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias Afines

Recepción: 06 Enero 2016

Aprobación: 16 Mayo 2017

Resumen: En la primera parte de este trabajo se presentó una revisión bibliográfica sobre el estudio de la di­mensión humana del cambio climático, organi­zado en cuatro grandes ejes de investigación: la comunicación del cambio climático, el estudio de creencias, actitudes, valores y conductas relacio­nadas con el problema, la identificación de facili­tadores y barreras psicológicas para la implementación de prácticas de mitigación y la adaptación y los impactos del cambio climático en la salud mental. En esta segunda parte se informan avances en esta área en el contexto latinoamericano, para posteriormente identificar aquellos ámbitos en los que la Psicología puede contribuir tanto en los planes para el cambio climático como en estudios de caso desarrollados en Chile. Como resultado se proponen cuatro áreas prioritarias: (1) creencias, actitudes, valores y conductas (2) educación y sensibilización, (3) participación ciudadana y (4) salud mental y bienestar social. La investigación en estos ejes puede contribuir al desarrollo de estrategias, políticas y planes más efectivos al profundizar en la dimensión humana del cambio climático en el particular contexto de Chile.

Palabras clave: Cambio climático, Psicología, Chile, Conductas pro-ambientales, Adaptación.

Abstract: Multiple studies show that the integration of social and psychological factors in the design, implementation and evaluation of mitigation and adaptation strategies is paramount to address the complexities of climate change. Such factors influence both the perception of the problem and the responses to it in every social system. Consider­ing a multiple level approach that considers insti­tutional, communitarian and personal dimensions the inclusion of these psychological aspects can help to increase the importance of climate change in society, favor a deeper community engagement, improving public policies, and strengthen individ­ual, social and institutional resilience. Although Chile is one of the most vulnerable countries in the world regarding climate change impacts, present­ing seven out of nine vulnerability criteria, the study of the social and psychological dimensions of climate change in our country is limited and its importance for policy-making generally unknown. In such a context we organized a literature review aimed at exploring how Psychology can contribute to address the human dimensions of climate change in Chile considering a wide range of topics. To do this a reasonable high number of specialized data­bases and scientific journals were used. As a result of this work we expect to encourage scholars from diverse disciplines, not only psychologists, to dig deeper on these issues in the Chilean and Latin American context to fill this gap in the knowledge. The literature review showed that most research has been conducted in developed countries such as United States, Australia and United Kingdom. This is expected considering the high levels of political polarization about climate change in those coun­tries, either regarding the causes of the problem, the actions needed to address it, or even if it is happening or not. Contrariwise, we only found a reduced number of articles addressing specifically the psychological aspects of climate change in both Latin America and Chile. Interestingly, mainly scholars from other disciplines generally related to environmental management, planning, Sociology and other social sciences, rather than psychologists, have conducted those studies in the region, most of them focused on issues such as social vulnerability, inequalities, poverty alleviation, political partici­pation and agriculture in rural and indigenous com­munities in the context of droughts or water management related issues. Results of this review are presented in two articles covering five main topics reflecting the most relevant issues identified in the interaction between psychological factors and climate change in the literature. This Second part follows the literature review presented in a previous article (First part). It starts with climate change related topics that are particularly relevant to Latino America mainly associated with social and environmental vulnerability and participation. Then we present an analysis of national and sec­torial climate change plans developed in Chile during the last decade to identify the social and psychological aspects that need to be addressed in each of them. Similarly, multiple case studies con­ducted in Chile are presented to illustrate the importance of these issues. As a result, we propose a framework to organize and encourage research in this area and to integrate this knowledge in policy­making. Four general research topics are suggest­ed: beliefs, values and attitudes; education and climate change awareness; citizen participation; and mental health and social wellbeing. Overall, this review suggests that Psychology’s contri­butions to address climate change challenges will improve our understanding of the complex rela­tionship between people and nature in general and society and climate change in particular. However, to have a significant impact in policy-making, psychological studies need to be part of wider multidisciplinary teams and work at multiple levels, especially close to communities and public institutions avoiding an excessive experimentalism and academicism preventing isolation from society.

Keywords: Climate change, Psychology, Chile, Pro-environmental behaviors, Adaptation.

Psicología y cambio climático en el contexto latinoamericano

En Latinoamérica los estudios sobre los as­pectos psicológicos relacionados con el fenó­meno del cambio climático son muy escasos. La literatura académica al respecto no está es­pecialmente focalizada en estas dimensiones ni es necesariamente conducida por psicólo­gos. No obstante, se considera importante iden­tificar aquellos aspectos del problema que son propios o especialmente sensibles para esta re­gión y que por lo tanto tienen importancia para entender lo que sucede en Chile.

En general, los estudios latinoamericanos sobre cambio climático se concentran en ex­plorar las percepciones del problema y cómo las personas responden a este cambio. Mayoritariamente, se ha trabajado con comunidades indígenas y campesinas utilizando metodolo­gías principalmente cualitativas y participativas (Forero, Hernández & Zafra, 2014). En términos de resultados se destaca que en di­chas comunidades y grupos las personas no tienen en claro los temas relativos al cambio climático, su significado e implicancias (Fo­rero et al., 2014; Hernández, Rodríguez Luna & López-Hernández, 2015; Olmos Martínez, González Ávila & Contreras Loera, 2013; Otagri, Morales & Pardo, 2008; Pérez, 2008). Estos son resultados que se replican en una in­vestigación realizada con estudiantes univer­sitarios venezolanos sobre cambio climático y consumo energético (Gómez Blanco & Moncada, 2015). Una excepción es una investiga­ción conducida en Colombia en la cual las per­sonas expresan cierto grado de conocimiento sobre el tema, pero no tienen claridad con respecto a las respuestas más adecuadas (Pé­rez & García, 2014).

Independientemente de que se perciban al­teraciones ambientales tales como incremento de temperaturas, cambios en las precipitacio­nes, escasez de agua, mayor intensidad y re­currencia de sequías e inundaciones (Conde, 2008; Forero et al., 2014; Soares & García, 2014; Soares & Murillo-Licea, 2013), estas comunidades no asocian estos problemas con el cambio climático en tanto concepto cientí­fico, haciendo irrelevantes cuestionamientos como la discusión sobre sus causas antropogénicas o naturales, o sobre quienes son res­ponsables por el problema, a diferencia de lo que sí ocurre en muchos países desarrolla­dos. Esto evidencia que aun cuando hay tam­bién dificultades para la comunicación del cambio climático entre la comunidad cientí­fica y / o las instituciones de gobierno y las co­munidades en la definición y comprensión del fenómeno, la realidad latinoamericana presenta otro tipo de complejidades y desa­fíos.

La mayoría de los estudios encontrados, al igual que el IPCC (2014), resaltan que en La­tinoamérica el impacto del cambio climático está inevitablemente ligado a las condiciones de pobreza, desigualdad y alta vulnerabili­dad social de gran parte de la población, en­tendiendo a esta última como aquella insegu­ridad del bienestar de los individuos, los ho­gares o las comunidades ante un medioam­biente cambiante (ya sean cambios ecológi­cos, económicos, sociales y / o políticos), con la consecuente posibilidad de sufrir daño y una alta y dificultad para recuperarse de éste[1] (Kaztman, 1999; Moser, 1998; Pizarro, 2001; Vargas, 2002; Wilches-Chaux, 2000). Estos estudios muestran que las personas perciben que el cambio climático afecta principalmente al sector agrícola y la soberanía alimenticia, el acceso y suministro de agua y la salud de las comunidades más vulnerables (Alfaro & Ri­bera, 2008; Conde, 2008; Otagri et al., 2008; Pérez, 2008; Ulloa, 2008; Yana, 2008). Dichos efectos se agudizan por inadecuadas condi­ciones sociales y ambientales previas, las que a su vez son intensificadas por el cambio cli­mático, aumentando la percepción de vulne­rabilidad y riesgo en comunidades campesinas e indígenas (Alfaro & Ribera, 2008; Conde, 2008; Forero et al., 2014; Hernández et al., 2015).

En este contexto se perciben alteraciones significativas en los sistemas de vida de estas comunidades y respuestas que podrían ser de­finidas como prácticas de adaptación, aunque no sean identificadas de ese modo por quienes las implementan, por ejemplo la habilitación de invernaderos, la introducción de nuevos cultivos, el uso de semillas más resistentes a los cambios climáticos ya experimentados o el uso de nuevos fertilizantes (Alfaro & Ribera, 2008; Soares & García, 2014; Soares & Murillo-Licea, 2013). Estos estudios muestran que las comunidades recurren tanto a estrate­gias tradicionales como innovadoras para en­frentar los nuevos escenarios. En este sentido la mayoría de los autores resaltan la necesidad de integrar conocimientos y prácticas locales y saber científico para abordar el cambio cli­mático, donde el rol de las mujeres indígenas y campesinas es clave en la preservación y transmisión del saber tradicional (Pérez, 2008; Ulloa, 2008).

Sin embargo, también es claro que la mag­nitud del problema afecta negativamente la percepción de control y eficacia de estas co­munidades, quienes sienten que muchas de sus estrategias tradicionales no son suficien­tes para enfrentar estas nuevas condiciones, limitándose a esfuerzos individuales de re­ducido impacto (Conde, 2008; Escobar, 2008; Otagri et al., 2008; Yana, 2008). Como se observa en un estudio realizado en el alti­plano boliviano, esto puede estimular la mi­gración campo-ciudad, lo que podría produ­cir un círculo vicioso pues dicha migración se traduce en una mayor producción de gases de efecto invernadero al no estar las ciudades preparadas para recibir nuevos migrantes (Matijasevic Mostaj, 2014).

La literatura sugiere que para desarrollar mayor resiliencia ante estos eventos, lograr un mayor impacto de las políticas públicas y un uso más efectivo de los recursos públicos se hace evidente la necesidad de fortalecer las re­des de apoyo y el capital social sobre los cua­les las personas despliegan y refuerzan sus respuestas de adaptación (Soares & Vargas, 2012) y al mismo tiempo favorecer un mayor grado de injerencia de las comunidades más vulnerables en la toma de decisiones a nivel local y regional (Carreón, García & Morales, 2014), especialmente considerando la falta de espacios de participación efectivos en la ma­yoría de los países de la región (Audefroy, 2015; Hardoy & Pandiella, 2009; Hardoy & Romero Lanikao, 2011; Otagri et al., 2008; Quintero-Angel, Carvajal-Escobar & Aldunce, 2012; Rubin & Rossing, 2012; Ulloa, 2008).

Dimensiones psicológicas acerca del cambio climático en Chile

Aspectos psicológicos en los planes de cam­bio climático

Una revisión de la Estrategia Nacional de Cambio Climático (Gobierno de Chile, 2006), el Plan de Acción Nacional de Cambio Cli­mático 2008-2012 (CONAMA, 2008), el Plan Nacional de Adaptación 2014 (Oficina de Cambio Climático, 2014), los Planes Sec­toriales de Biodiversidad (Oficina de Cambio Climático y División de Recursos Naturales y Biodiversidad del Ministerio del Medio Ambiente, 2014) y del sector silvo-agropecuario (Ministerio de Agricultura & Ministe­rio de Medio Ambiente, 2013) reflejan tanto la prioridad nacional otorgada al problema como también las complejidades sociales y psicológicas asociadas con su abordaje. Por ejemplo, se ha definido como una considera­ción de orden estratégico para lograr los ob­jetivos de mitigación y adaptación el desarro­llo de una base de conocimientos mediante la investigación integrada y observación siste­mática sobre el clima, la educación, la for­mación y sensibilización ciudadana, como apoyo a la toma de decisiones (CONAMA, 2008). También se ha establecido la impor­tancia de identificar la vulnerabilidad de dis­tintos sectores ante los impactos de este fe­nómeno y fomentar capacidades en la po­blación para enfrentarlos. Sin embargo, es evidente el limitado o poco claro rol que se le otorga a las ciencias sociales en general y a la Psicología en particular como ámbitos cien­tíficos que podrían contribuir a lograr los ob­jetivos de mitigación y adaptación. En esta sección se explicitan dichos vacíos y la ne­cesidad de incorporar estas dimensiones.

Un primer ámbito se relaciona con la iden­tificación de grupos y comunidades más vul­nerables a los efectos del cambio climático. En todos estos planes, particularmente en el Plan de Acción 2008-2012 y en el Plan Na­cional de Adaptación 2014, se sostiene que es necesario evaluar en detalle e integralmente los impactos ambientales y socioeconómicos del cambio climático en los distintos sectores, generando mapas de vulnerabilidad que den cuenta del nivel de exposición de cada sector y de sus capacidades y recursos para enfren­tar el riesgo. En este punto es importante que el concepto de vulnerabilidad se amplíe e in­cluya factores psicológicos y sociales tales como: (1) la percepción del riesgo, (2) sabe­res tradicionales y prácticas de adaptación que ya están siendo utilizadas, (3) sistemas culturales y formas de vinculación con el te­rritorio, (4) situaciones de pobreza y exclu­sión social, (5) oportunidades, capacidades y recursos, (6) resiliencia, (7) capital social y humano y (8) impactos en la salud mental. Es decir, integrar en el análisis a los grupos hu­manos y comunidades que habitan zonas de riesgo y en condiciones de mayor vulnerabi­lidad.

Un segundo ámbito se relaciona con la de­finición de las estrategias y prácticas de adaptación y mitigación, su ejecución y la implementación de sistemas confiables de segui­miento y evaluación. Como ya se ha mencio­nado, gran parte de las medidas necesarias para enfrentar el cambio climático implican cam­bios significativos en prácticas cotidianas de las personas, comunidades e instituciones. La evidencia revisada anteriormente muestra que la implementación de estas acciones se verá influenciada principalmente por los va­lores y creencias previas de las personas, sus actitudes, motivaciones y disposición al cam­bio, sus sistemas ideológicos y culturales, los canales de participación social que se esta­blezcan, la legitimidad y aceptación que las ins­tituciones respectivas tengan en la sociedad y las formas en que se comuniquen las propues­tas. Por ello, es necesario incorporar a las po­blaciones de manera activa en todo el proce­so de diseño, ejecución y evaluación de las me­didas de adaptación y mitigación, y no sólo a nivel de sensibilización e información sobre el cambio climático. Esto incluye rescatar los conocimientos locales sobre los territorios y las prácticas comunitarias de adaptación y mi­tigación que las poblaciones ya han desarro­llado y conocer cómo se vinculan con sus te­rritorios, cuál es su relación con el ambiente, cuáles son sus percepciones sobre el cambio climático y sus impactos, cuáles y cómo son las redes con las que cuentan para enfrentar riesgos, cuáles son los aspectos que facilitan o dificultan la adopción de conductas pro-am­bientales individuales y colectivas. La evi­dencia en Latinoamérica muestra que para lo­grar los cambios propuestos es primordial que los ciudadanos se sientan vinculados a la po­lítica pública, como agentes activos de cam­bio.

Un tercer aspecto se refiere a la comuni­cación, difusión y sensibilización de temáticas relacionadas con el cambio climático y la ne­cesidad de incrementar el apoyo de la opinión pública para generar nuevos marcos normati­vos y asignar mayores recursos para estas ini­ciativas. Tanto la Estrategia Nacional 2006, como el Plan de Acción Nacional 2008-2012 y el Plan Nacional de Adaptación 2014 seña­lan que es prioritario definir una estrategia comunicacional que mantenga un registro ac­tualizado sobre las acciones de mitigación y adaptación desarrolladas a la fecha, pero prin­cipalmente, que genere y difunda informa­ción a las comunidades sobre los impactos de este fenómeno a nivel local, nacional y global, así como de las medidas de mitigación y adap­tación que se deben implementar, con el ob­jetivo de motivar a la ciudadanía a participar en acciones a nivel individual como organizacional y en la elaboración e implementación de las políticas públicas de cambio climático. La evidencia revisada muestra que si bien es necesario informar a la población y difundir resultados de investigaciones e intervenciones previas, esto no es suficiente para involucrar a las comunidades en acciones efectivas. Es necesario, por una parte, comprender cómo las personas procesan la información que reciben, cómo la interpretan y todas las barreras psi­cológicas que pueden estar mediando entre el saber científico, la percepción del problema y las respuestas de las personas. De este modo, se pueden diseñar estrategias comunicacionales más horizontales, cercanas, inclusivas, que comprometan a más personas con los cambios esperados.

Finalmente, es importante considerar la posibilidad de escenarios de desastres socioambientales o cambios climáticos extremos que obliguen a la relocalización de ciertas comunidades, por ejemplo en el caso de sequías prolongadas, inundaciones, aluviones, incen­dios forestales, entre otros. Si se enfrenta una situación como esta, será necesario contar con elementos conceptuales y metodológicos des­de la Psicología para poder comprender más exhaustivamente los procesos implicados en los desplazamientos forzados de grupos hu­manos, como por ejemplo el trauma psicoso­cial, la reconfiguración de identidades indivi­duales y colectivas, la integración social, las relaciones con comunidades de acogida, pro­blemas de salud mental, etc., con el objetivo de diseñar intervenciones más adecuadas. En este sentido, es importante poner el foco en comunidades campesinas e indígenas, ya que en Latinoamérica y en el resto del mundo son considerados como los grupos más vulnera­bles a este tipo de escenarios, por su mayor y directa dependencia que en general tienen del entorno natural en el que viven para su subsis­tencia diaria.

Estudios de caso desarrollados en Chile

Estudios de caso desarrollados en Chile

Existen algunos estudios en regiones de alta vulnerabilidad del país, que aun cuando no están directamente focalizados en los as­pectos psicológicos del cambio climático, re­flejan la importancia de identificar, analizar y comprender cómo el cambio climático es per­cibido por las comunidades locales, identifi­car las acciones de mitigación y / o adaptación que estas han desplegado, y conocer cuáles son los efectos sobre la vida de las personas que el cambio climático está provocando.

En general en todos los casos estudiados las comunidades perciben cambios signifi­cativos en el clima. Por ejemplo, se destacan alteraciones en las temperaturas, lluvias y ra­diación solar en comunidades indígenas andi­nas (Espinosa, 2013; Feo, Solano & Beingolea, 2009), escasez hídrica en el Valle del Elqui (Young et al., 2010), en la región del Maule interior (Roco, Engler, Bravo-Ureta & Jara-Rojas, 2014; Roco, Engler, Bravo­Ureta & Jara-Rojas, 2015) y en la Región del Biobío (Infante, A.L. & Infante, F.C., 2013). En Punta Arenas, región de Magallanes, se observa disminución de nieve y escarcha, au­mento de la temperatura en verano, de la ra­diación solar, de las lluvias, en el derreti­miento de hielos, cambios en las temperaturas de invierno y aumento de la intensidad del viento (Novion & Estrada, 2011).

Finalmente, un meta-análisis conducido por Monsalvez-Gavilan, Pincheria-Ulbrich y Rojo Mendoza (2013) identificó que en San­tiago y otras ciudades hubo un incremento en las temperaturas reflejado en la frecuencia e intensidad de olas e islas de calor.

Los impactos mencionados se asocian a condiciones previas de deterioro ambiental, pobreza y desigualdad que intensifican los cambios climáticos e incrementan la vulne­rabilidad de las comunidades en particular en zonas rurales. Por ejemplo, en el secano in­terior de la Región del Biobío los impactos del cambio climático se perciben como más devastadores por el acelerado crecimiento ur­bano industrial, la alta degradación histórica de los ecosistemas de la región y la segrega­ción socio-espacial de la población, todo lo cual ha intensificado la vulnerabilidad y po­breza de las comunidades locales (Infante, A.L. & Infante, F.C., 2013). En el Valle del Elqui, los problemas de acceso al agua y la expansión de la actividad agrícola industrial, que ha transformado el paisaje, han incre­mentado la vulnerabilidad de las comunida­des locales y los riesgos de inundaciones y aluviones (Young et al., 2010). Romero, Sal­gado y Smith (2010) constatan la desigual distribución de temperaturas extremas dentro de Santiago, lo cual está asociado directa­mente a la mayor densidad poblacional y a la escasez de áreas verdes en sectores de meno­res ingresos donde los impactos del cambio climático son más intensos.

Los cambios en el clima han producido al­teraciones especialmente en el ámbito agrícolo y pastoril principalmente por la escasez hídrica (i.e., zona andina, Valle del Elqui y zona centro-sur), la que en el caso de las co­munidades andinas también ha impactado en su salud a nivel físico (enfermedades infec­ciosas) y mental (estrés). Por su parte, Novion y Estrada (2011) muestran que en Punta Are­nas algunos de estos cambios son percibidos como positivos (disminución de nieve y es­carcha, cambios en las temperaturas de in­vierno, aumento de lluvias) y otros como ne­gativos (aumento de las temperaturas en verano, aumento de la radiación solar). Sin embargo, la evaluación final tiende a ser ne­gativa, pues dichos impactos perturban la ca­lidad de vida, principalmente a nivel de la sa­lud. Dicho estudio también demuestra que al aumentar la toma de conciencia sobre el cam­bio climático, aumenta la sensación de daño en el bienestar psicológico a nivel subjetivo y disminuye la percepción de dominio del en­torno, lo que en conjunto provoca ansiedad y angustia. Por su parte, Monsalvez-Gavilan y colaboradores (2013) proyectan un incre­mento en problemas de salud en zonas urba­nas como enfermedades cardíacas, insolacio­nes y problemas respiratorios, todos asociados a los nuevos escenarios climáticos.

En cuanto al desarrollo de estrategias de adaptación, se evidencian múltiples barreras que limitan o impiden su implementación. Por ejemplo, en las comunidades andinas se identifican acciones como la utilización de protector solar, la creación de invernaderos para proteger sus cultivos y la canalización particular del recurso hídrico, pero se trata de prácticas generalmente individuales y aisla­das que se asocian a una baja percepción de control y responsabilidad sobre el problema (Espinosa, 2013; Feo et al., 2009). En la Re­gión del Biobío, la mayoría de las personas se considera poco o nada informada sobre el te­ma, y en general las consecuencias del cam­bio climático no son percibidas ni en el en­torno inmediato ni en el presente, sino que aparecen como un riesgo latente o un im­pacto a largo plazo (Infante, A.L. & Infante, F.C., 2013; Rojas, 2012; Rojas & Parra, 2010); a esto se suma la percepción de fuer­tes barreras institucionales para la participa­ción ciudadana (Infante A.L. & Infante, F.C., 2013; Rojas, 2012; Rojas & Parra, 2010). En el Valle del Elqui la capacidad adaptativa está limitada por asuntos jurídico-institucionales como el código de aguas, la falta de recursos a nivel municipal y local, la alta rotación de profesionales en la zona, altos niveles de des­confianza dentro de la comunidad y tensiones sociales entre los locales y los trabajadores de temporada (Young et al., 2010). En zonas ru­rales agrícolas de la Región del Maule tanto la percepción del problema como las posibi­lidades de enfrentarlo son afectadas por la edad de los campesinos, el nivel educacional, los ingresos económicos, el desigual acceso a información meteorológica y por la inseguri­dad con respecto a la propiedad de la tierra (Roco et al., 2014, 2015).

Finalmente, estos estudios evidencian la necesidad de establecer un diálogo entre los saberes tradicionales y el conocimiento cien­tífico, para desarrollar estrategias de adapta­ción y mitigación que las comunidades pue­dan utilizar con mayor facilidad. Por ejemplo, los cambios identificados en estos casos se basan principalmente en reportes de los ha­bitantes de estas zonas, quienes a partir de su experiencia identifican patrones inusuales en el clima, los interpretan de acuerdo a su co­nocimiento y cosmovisión y responden con­secuentemente. En el caso de la Región del Maule (Roco et al., 2014, 2015), señalan que es necesario profundizar el entendimiento de los sistemas de creencias y valores de los ha­bitantes de esta zona, de las condiciones lo­cales en las que viven y de las prácticas de adaptación que ya están utilizando. Sobre esa base se pueden desarrollar mejores programas de capacitación, mejorar el flujo de informa­ción hacia las comunidades y facilitar el aprendizaje de nuevas tecnologías.

En síntesis, los casos revisados en Chile y Latinoamérica muestran que cualquier estra­tegia de enfrentamiento del cambio climático implica cambios importantes no solo a nivel conductual sino también a nivel de creen­cias, valores y actitudes, lo que demanda un estudio sistemático de los procesos psicoló­gicos que influyen tanto en la percepción del cambio climático como en las respuestas des­plegadas por las personas. Esto implica co­nocer con mayor profundidad a las comuni­dades, sus motivaciones, experiencias y expectativas, así como los patrones socioculturales que fundamentan sus comportamien­tos.

Al mismo tiempo es evidente la necesidad de incorporar activamente a la ciudadanía, en especial a los grupos más vulnerables en el diseño, implementación y evaluación de es­trategias de mitigación y adaptación. Esto se relaciona tanto con la integración del saber tradicional con el conocimiento científico, como con la necesidad de conocer y fortale­cer el nivel de desarrollo de las comunidades en tanto capital social, redes, sentido de co­munidad, prácticas de adaptación y capacida­des de resiliencia.

Contribuciones de la psicología al abordaje del cambio climático en Chile

A partir del análisis presentado se han or­ganizado cuatro grandes ejes de acción en torno a los cuales la Psicología puede contri­buir al abordaje del cambio climático en Chi­le: (1) estudio de creencias, actitudes y valo­res, (2) educación y sensibilización, (3) par­ticipación ciudadana y (4) salud y bienestar social (ver Cuadro 1).

En primer lugar, resulta fundamental co­nocer qué entienden las personas por cambio climático, en términos de sus creencias con respecto al problema, implicancias y posi­bles respuestas. Al mismo tiempo, conocer el aspecto emocional del problema, las motiva­ciones y los valores que movilizan a las per­sonas a actuar y cómo esto influye en la per­cepción de control y autoeficacia con respecto a los alcances de las acciones personales y co­lectivas. Esto resulta particularmente rele­vante considerando que como se revisó pre­viamente, a diferencia de lo que acontece en muchos países desarrollados, en Chile existi­ría un consenso con respecto a las causas del problema, su importancia y la necesidad de enfrentarlo. Por lo tanto, lo central es explo­rar por ejemplo por qué dicha preocupación no se traduce en estilos de vida consistentes con las respuestas requeridas para la mitiga­ción y adaptación al cambio climático. En esta misma línea es importante identificar y entender aquellas barreras psicológicas que deben ser enfrentadas para desarrollar res­puestas más efectivas y conocer el tipo de res­puestas personales y colectivas que habitual­mente se practican o son asociadas con el cambio climático en el contexto chileno, con­siderando además las diferencias valóricas, sociales y culturales dentro del país.

Un segundo eje se relaciona con la educa­ción ambiental y la sensibilización sobre el cambio climático. Un punto de partida es el desarrollo de estrategias que identifiquen y rescaten tanto el saber tradicional como las estrategias de adaptación que las personas y comunidades ya despliegan para enfrentar condiciones climáticas cambiantes y extre­mas. Es necesario que el desarrollo de estra­tegias de mitigación y adaptación incorpore estos saberes o comience por lo que las co­munidades ya saben; al mismo tiempo los programas de educación ambiental pueden ser construidos a partir de dichas experiencias sobre las cuales introducir nuevos saberes derivados de las recomendaciones científi­cas. Por otra parte, para crear no solo mayor conciencia sino también mayor compromiso con el abordaje del cambio climático, es ne­cesario favorecer procesos que enfaticen el vínculo entre los problemas ambientales, el bienestar social y las prácticas cotidianas; es decir, donde se haga explícito que el cambio climático es un problema no solo ambiental sino también social, cultural y político. Esto incluye la relevancia de construir una socie­dad más sustentable e igualitaria, para en­frentar la vulnerabilidad de muchas comuni­dades. Con este fin, resulta clave investigar cómo explicitar estas asociaciones, cómo co­municar el cambio climático a los diversos grupos sociales que habitan en el país, iden­tificando los elementos claves que las perso­nas pueden utilizar para hacer explícito el vínculo entre lo ambiental y sus propias vi­das. Esto se puede traducir por ejemplo en el diseño de programas para ser utilizados en es­cuelas, en organizaciones sociales y en el sector privado, como los que han propuesto diversas organizaciones internacionales (e.g., The Nature Conservancy, 2012; UNESCO, 2011; UNICEF, 2012; UNISDR, 2010) y en países como España y México, donde existe una alta producción de textos que orientan una educación ambiental sostenible para ha­cer frente al cambio climático (e.g., Encalada, 2010; Meira-Cartea, 2007).

En tercer lugar, es importante explorar cómo las personas perciben sus posibilidades reales de participar en la toma de decisiones con respecto al cambio climático y cuáles son sus intereses en involucrarse. Esto se re­fiere a los distintos ámbitos de acción como el diseño, implementación y evaluación de estrategias, y al mismo tiempo, a los distin­tos niveles de participación en la institucionalidad vigente. En este sentido, resulta im­portante conocer cómo las personas inte­ractúan con las instituciones de gobierno, a nivel local y nacional, cómo los mecanis­mos legislativos y las dinámicas políticas afectan tanto el interés de las personas por participar como la participación misma en el abordaje del cambio climático, como así tam­bién explorar y fortalecer el rol del capital so­cial y de la participación en organizaciones sociales en el desarrollo de prácticas de adap­tación más efectivas. Al mismo tiempo, es importante conocer cómo las dinámicas glo­bales y las negociaciones internacionales afectan la percepción que las personas tienen de su rol en el tema, y cómo las dificultades para alcanzar acuerdos impactan en su moti­vación por participar. Todo esto puede enri­quecer y / o promover la necesaria reflexión a nivel institucional con respecto a la episte­mología de la participación que existe y la que se requiere para abordar las complejida­des del cambio climático.

Finalmente, se requiere explorar cómo el cambio climático y sus complejidades afectan la salud mental, las relaciones sociales y la vida de las personas en distintos ámbitos. Al mismo tiempo, se necesita profundizar en los aspectos psicológicos del diseño urbano y las implicancias que la adaptación al cambio cli­mático en las ciudades y en sectores rurales puede tener para la salud mental y el bienes­tar social, poniendo especial atención en co­munidades tradicionalmente más vulnerables. Se trata de un campo de estudio que cobrará cada vez mayor importancia no solo en las ciencias de la salud sino en todas las áreas que estudian o trabajan para mejorar las condicio­nes de vida en la sociedad chilena, y que ten­drá un énfasis particular en desarrollar resiliencia individual, comunitaria y a nivel na­cional para enfrentar los nuevos escenarios climáticos.

En conjunto, estos ejes de acción reflejan que el rol de la Psicología en el abordaje del cambio climático no solo es fundamental sino también muy amplio. En este sentido es in­dispensable que el conocimiento psicológico desarrollado desde la academia se sitúe en un marco mayor donde el cambio individual va­ya a la par con transformaciones sociales, políticas y económicas (Lucas, Brooks, Darnton & Jones, 2008). Gifford (2008) sostiene que parte de las limitaciones de la Psicología para penetrar en las políticas públicas es la falta de integración con la realidad social donde las conductas son expresadas. Esto es, la limitación de un excesivo experimentalismo y una desconexión con los aspectos políticos y sociales de los problemas ambien­tales. En ese sentido, Stern (2011) recalca que las contribuciones de la Psicología han de situarse en el contexto de un trabajo multidisciplinario y vinculado a las políticas públi­cas, alejándose de una práctica en aislamiento y con objetivos principalmente academicistas.

Estas consideraciones son aún más im­portantes si se piensa que el abordaje del cambio climático demanda transformaciones sociales que exceden los impactos indivi­duales de los modelos conductuales. De he­cho, a pesar de su amplia utilización, es claro que su valor predictivo está relacionado con conductas específicas, disminuyendo signifi­cativamente con acciones más complejas (e.g., reciclar vs adaptarse al cambio climá­tico). Por lo mismo es que se han resaltado los aportes de la investigación cualitativa y participativa en el estudio de la problemática am­biental en Latinoamérica pues contribuye sig­nificativamente a profundizar el análisis de estas complejidades situando las conductas en el contexto social, cultural e histórico donde son producidas y expresadas (Aiello & Bonaiuto, 2003; Ashley & Boyde, 2006; Drury, Homewood & Randall, 2010; Schenk, Hunziker & Kienast, 2007). Más aún conside­rando que el comportamiento social está fuer­temente arraigado en los sentidos que las personas construyen acerca de sus propias ac­ciones, de los objetos y de los otros indivi­duos, por lo cual la realidad social y las problemáticas ambientales como el cam­bio climático asumen un carácter simbó­lico y dinámico en el que las personas en sus interacciones cotidianas y procesos comunicativos se orientan a la negocia­ción y / o búsqueda de acuerdo sobre los significados subjetivos (Bravo, 2010).

De este modo y para que la producción académica en estas áreas tenga un real im­pacto, es fundamental que las ciencias psico­lógicas y sociales comiencen a tener un rol más preponderante en el desarrollo de políti­cas y planes de adaptación y mitigación en el marco de un trabajo interdisciplinario. Esto demanda la integración de más profesionales de la Psicología a este nivel, trabajando en conjunto con expertos de las ciencias del cli­ma y otras disciplinas. Complementariamen­te, es importante que quienes trabajan a nivel de políticas públicas y los mismos expertos climáticos puedan acceder a programas de formación en esta área de manera tal de fami­liarizarse con el rol de la Psicología en el abordaje de problemas ambientales en gene­ral y del cambio climático en particular para que el diseño de las políticas públicas incor­pore la dimensión simbólica y representacional de los ciudadanos y prevea cuál será el impacto que estas políticas tendrán sobre los estilos de vida de las diferentes poblaciones (Carreón et al., 2014).

Por otra parte, el saber psicológico puede facilitar la integración de la ciudadanía y las comunidades en la toma de decisiones. En este sentido, se requiere avanzar hacia un modelo de gobernanza climática, donde el saber local se integre con el conocimiento científico, donde se coordine el trabajo a nivel de gobiernos locales y comunidades con lo realizado a nivel nacional y global y donde se equilibren estrategias de arriba hacia abajo (top-down) y de abajo hacia arriba (bottom-up) en todos los niveles de di­seño, implementación y evaluación de las po­líticas de cambio climático.

Probablemente estos objetivos tendrán que enfrentar resistencias culturales y políticas que demandarán innovaciones institucionales, legislativas y eventualmente modificaciones constitucionales que posibiliten estos cam­bios.

Conclusiones

Se presentó una revisión bibliográfica que ha permitido definir cuatro grandes áreas de trabajo en las que la Psicología puede contri­buir al abordaje de los desafíos del cambio climático en Chile. Tanto los planes analiza­dos como los estudios de caso evidencian que la dimensión humana del cambio climá­tico requiere una atención mucho mayor de la que ha tenido hasta la fecha. Si bien se trata de ámbitos no exclusivos de la Psicología, se considera que los aportes de la disciplina en estas áreas son no solo posibles sino indis­pensables para mejorar el entendimiento de las complejidades del cambio climático en el contexto chileno. Los cuatro ejes de acción propuestos cu­bren una amplia diversidad de temáticas re­lacionadas con estas complejidades y pue­den facilitar el desarrollo de futuras investi­gaciones. No obstante, se asume que otros factores sociales y psicológicos pueden apa­recer en estudios e informes desarrollados en el país a los cuales no se tuvo acceso. Esto se puede mejorar ampliando la revisión biblio­gráfica a materiales no necesariamente indexados pero que reporten importantes aspectos del problema del cambio climático en Chile y que pueden haber sido elaborados por or­ganizaciones sociales o no gubernamentales u otras instituciones públicas.

Cuadro 1
Líneas de investigación y áreas temáticas en las que la Psicología puede contribuir al abordaje del cambio climático en Chile
Líneas de Áreas temáticas
investigación
Procesos psicológi­cos y cambio climá­tico Creencias, actitudes, valores, emociones y conductas. Respuestas personales y colectivas. Motivaciones, percepción de responsabilidad, distancia temporal y espacial, percep­ción de control, conflictos ideológicos, etc. Procesamiento de información sobre el cambio climático y percepción del riesgo. Representaciones sociales, narrativas y / o discursos del cambio climático en distintos grupos.
Educación y sensibilización Integración del conocimiento científico con el conocimiento local. Interacción de sistemas de valores y creencias con la información científica. Vinculación del cambio climático con la vida cotidiana. Desarrollo de técnicas de encuadre para adaptar mensajes a diferentes tipos de au­diencia. Estrategias de sensibilización hacia el cambio climático.
Participación ciudadana Estrategias de participación ciudadana en el diseño, implementación y evaluación de estrategias de mitigación y adaptación dependiendo del área de acción. Análisis de dinámicas sociales, institucionales y culturales que afectan la participación ciudadana. Identificación de barreras y facilitadores psicológicos para la participación. Efecto de los free-riders y la tragedia de los comunes en la participación. Análisis de conflictos ambientales y cambio climático. Fortalecimiento de capital social y redes comunitarias.
Salud mental y bienestar social Evaluación de potenciales impactos en la salud mental. Impactos en diversas áreas de la vida social: mundo laboral, relaciones interpersona­les, familia, etc. Percepción de vulnerabilidad y resiliencia. Identificación de comunidades / grupos más vulnerables. Preparación para intervenciones en desastres ambientales y emergencias climáticas. Asociación entre cambio climático y superación de la pobreza y desigualdad. -Identidades territoriales, cambio climático y bienestar social.

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Notas

[1] Las condiciones de vulnerabilidad social se refie­ren tanto a la disponibilidad de recursos como a las probabilidades de acceso que ofrecen el Estado, el mercado y la comunidad; es decir, se refiere a la relación de activos y estructura de oportunidades (Kaztman, 1999). En este marco, resultan realida­des de vulnerabilidad también en toda Latinoamérica, factores técnicos como la ausencia de planes de ordenamiento territorial y el crecimiento des­controlado de las ciudades y asentamientos huma­nos en zonas peligrosas, así como la falta o escaso desarrollo de infraestructura e institucionalidad para mitigar los daños que provocan los desastres socionaturales (cf., Fernández, 2005).
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