El traje espacial para vacas,  módulo de Pasto Lunar diseñado por la NASA,  es solo una de las variopintas inocentadas bestiales, con animales como protagonistas, perpetradas por científicos

Juan Junoy, Universidad de Alcalá

¿Cómo sobrevivirán las vacas en la Luna? Los científicos llevan décadas debatiendo esta cuestión clave, una de las más enigmáticas sobre el espacio. Por fin, tras extensas modelizaciones informáticas y más de una docena de ordeños a medianoche, los ingenieros han diseñado, construido y probado el Módulo de Pastoreo Lunar (LGM), un sistema polivalente para bovinos astronautas… Así fue como APOD, el blog de fotos del día de la NASA, deseó un feliz Día de los Inocentes a sus fieles seguidores el 1 de abril (la fecha anglosajona del April’s Fools) del año 2015.

Pero ese mismo año la revista Nature subía la apuesta con otra inocentada bestial. Publicaba el artículo que demostraba la existencia histórica de los dragones. ¿Cuándo habitaron la Tierra? Evidentemente, en la Edad Media, un paraíso de dragones, según los autores del artículo, por sus temperaturas cálidas y la abundacia de caballeros, su presa natural. Todo se basaba en un documento hallado en la Universidad de Oxford, atribuido al monje Godfrey Exmouth.

Mentir es lícito un día como el 28 de diciembre. La fecha manda.

Los Rhinogrados del naturalista Harald Stümpke

Hoy podemos tener noticias zoológicas sobre los Rhinogrados, los hocicudos endémicos de las islas Hi-yi-yi del Pacífico sur.

Estas pequeñas musarañas se caracterizan por el nasorio, una especie de nariz que evolucionó para cumplir una amplia variedad de funciones, como pescar, caminar o aferrarse a las ramas.

La enorme diversidad del grupo es el resultado natural de la evolución que actuó durante millones de años en las remotas islas, algo similar a lo ocurrido con los pinzones de las islas Galápagos.

Si desea conocer en profundidad estos mamíferos, le será difícil conseguir la monografía original del naturalista Harald Stümpke, pero puede recurrir a esta precisa traducción.

El primo del monstruo del lago Ness y los humanoides voladores

Ese mismo día de los inocentes se pueden obtener noticias sobre la descripción del Mokèle-mbèmbé (Chipekwe lackadaisicalus), el enigmático saurópodo del tipo “monstruo del lago Ness”, discutir los resultados del 5º Simposio sobre el Problema de los Humanoides Voladores, o conocer a Huevomennia magnipennys presentado en el Simposio Ibérico de Biología Marina celebrado en Málaga en el año 2000.

La sirena del Tormes

Jean Fontana, el religioso y paleontólogo francés, acudió en 1951 al salmantino Cerro de San Vicente, a orillas del Tormes, para dirigir las excavaciones de un fósil bien conservado de un homínido acuático. Lo denominó Hydropithecus tormelensis, si bien fue popularmente conocido como la sirena del Tormes.

El fósil tenía un cráneo, brazos y una caja torácica similar a la de un hombre. Carecía de pelvis y de miembros posteriores, prolongándose la columna vertebral en lo que sin duda era una larga cola. No era extraño que la prensa bautizara inmediatamente a aquel hallazgo como el de una sirena.

Se describían así a los hidropitecos como un ancestro anfibio de los homínidos, dando un vuelco radical a las ideas ortodoxas de la evolución humana.

La sirena del Tormes fue expuesta, junto con diferentes objetos relacionados con el hallazgo, en el Museo Nacional de Antropología de Madrid, a finales de 2015. Muchos de los visitantes vieron reafirmadas sus creencias sobre la existencia real de las sirenas, gracias al ingenio de Joan Fontcuberta.

Karl Banse también ha sido atraído por los cantos de sirena. Este reputado oceanógrafo publicó en una importante revista científica un articulo titulado Sirenas: biología, cultura y desaparición. La inocentada mostró que hay científicos con sentido del humor y otros con alma de odiadores o, como se dice ahora, haters .

El doctor Hormiguero

A finales de 2015 hubo una exposición con parte de los descubrimientos del profesor Peter Ameisenhaufen, conocido en España como el Dr. Hormiguero o Pedro Ameisenloquesea.

Este reputado científico neodarwinista tiene una obra monumental de investigación, la Neue Zoologie. Sus sorprendentes descubrimientos se mostraron en la exposición Fauna Secreta en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

En la vitrina de exposición aparecían, entre otros curiosos animales, Microstrium vulgaris. Esta especie posee un esqueleto interno óseo con la protección externa de un lamelibranquio, o sea, lo que se conoce vulgarmente como una almeja, mostrando una curiosa combinación de características de vertebrado y molusco.

La exposición se completaba con documentos personales, objetos y material de estudio del profesor Ameisenhaufen. Destacaban entre ellos un ejemplar disecado de Myadorifera colubercauda, una especie de marmota con una cola en forma de serpiente, y otro de Analepus commisceas, una extraña liebre con forma de pato (o un pato con patas de liebre). Según parece, el ya citado Joan Fontcuberta tuvo algo que ver con esta exposición.

La extraña piel

George Shaw, el zoólogo inglés —no el autor de Pigmalión— metió la tijera. Aquella piel disecada que había llegado de Australia debía ser una falsificación. Era como si la hubieran cosido a trozos: tenía cola de castor, patas de nutria y pico de pato.

La piel había llegado a Inglaterra en un barco que había navegado por el Índico, lo que era razón suficiente para despertar las sospechas del naturalista, sabedor de las monstruosas criaturas que los taxidermistas asiáticos habían vendido a los viajeros europeos.

Todo hacía sospechar que era una inocentada típica del Folks day. Pero no encontró ninguna costura, ningún remiendo.

La supuesta broma llevó a la descripción del más extraordinario de todos los mamíferos, en palabras del Dr. Shaw: el ornitorrinco. Que nadie se lleve a engaño, es la única bestia real de todas las descritas en este artículo.

Los zoólogos somos gente seria, aunque estudiemos bichos tan raros como los nemertinos que, como el ornitorrico, también existen, pero… ¡nos entusiasman las inocentadas!The Conversation

Juan Junoy, Catedrático de Biología Marina, Universidad de Alcalá

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.